Nietzsche Guevara - Revolucionario Bohemio

Lobo dónde estás

Mi tolerancia ya se arrastra por el piso, como una sombra. Me da miedo. Los argentinos estamos crispados. Llenos de un odio intestino alimentado y asistido por los profetas del odio. Estamos a pasos de una guerra que va a ganar el enemigo sin tirar un solo tiro. ¿Quién es el enemigo? Tengo miedo. ¿De quién? Miedo a la inseguridad. Pero no es ese miedo barato de que me roben, ese miedo egoísta, acrítico e insensible. No le tengo miedo a los pobres o a los que portan el estigma del estereotipo de ladrón, porque ellos jamás le hicieron mal al país, y cuando hacen algún mal no adquieren las consecuencias devastadoras de una política neoliberal o un decreto de necesidad y urgencia. No le tengo miedo a un enemigo inventado por los medios de comunicación y los grandes grupos de poder para distraer al pueblo en las menudencias cotidianas.

Le tengo miedo a esas marchas del odio pidiendo seguridad, mano dura, más policía, más represión, pena de muerte, imputabilidad a cualquier edad, y otras sandeces del medio pelo argentino. Tengo miedo que un día me maten y hagan una marcha en mi nombre pidiendo justicia y seguridad, para justificar la necesidad de una política falaz y reaccionaria. Que nadie jamás use mi nombre en vano ni manche mi memoria con un proselitismo tan absurdo y contrario a lo que yo pienso y siento. Esa es la triste pasión que hoy me mueve a escribir: ese miedo a la inseguridad tan contrapuesto a ese otro miedo a la inseguridad. Miedo consciente, que es más una risa burlona.

Nos quieren convencer que la inseguridad es el gran problema de nuestro país. ¿Por qué nadie hace marchas contra el hambre o la desnutrición? Nadie le tiene miedo a los políticos inescrupulosos, o a esas caras conocidas que vuelven a la política una y otra vez para vaciar el país. ¿Por qué pensamos que la impunidad es algo exclusivo de políticos y empresarios? Tampoco hay campañas masivas por leyes que impidan el robo sinvergüenza que significan los márgenes de ganancia de las empresas privadas o las astronómicas tasas de interés de los bancos, que nunca pierden nada en las grandes crisis. ¿Por qué tanta hipocresía disfrazada de sensibilidad social?

Somos como esos esclavos que piden cadenas más pesadas y candados más seguros. Mejor que el amo nos tenga bien en raya antes que cualquier motín anárquico se desencadene, y vaya uno a saber en qué termina y qué intereses va a perjudicar. Es la sociedad televisada la que clama por más seguridad. Como dice el poeta argentino: “Reos de la propiedad / los esclavos políticos.” Que sabiduría tan simple y directa. ¿Son los pobres, los desamparados, los indigentes, los marginados, los millonarios, los políticos, los que piden seguridad? ¿O la clase media que tiene miedo a perder lo poco que tiene y que tiende siempre a tener más de lo que puede? Como se cae la máscara cuando se rasca un poquito su superficie, como queda al descubierto ese cosmético barato de buena reputación que se dan los que ganan honradamente todo lo que tienen. Oigan bien esto, jíbaros del sentido común: el trabajo no nos hace honrados ni dignos de nada. Huyamos de esos alucinógenos conceptuales. No hay nada más indigno que dejarse explotar y expoliar por capitales extranjeros, nada que rebaje más nuestro sentido del honor que dejarse llevar de las narices por los profetas del odio que vomitan sus mentiras y zonceras por radio y televisión.

El enemigo no tiene pistolas ni nos va a asaltar en la noche. Está agazapado en el anonimato. Y gana cuando el medio pelo argentino sale a defender, en detrimento suyo, los intereses de aquellos que solo cuidan sus altos márgenes de ganancia y un modelo de país agroexportador. Una interesante variante del síndrome de Estocolmo.

Cuando se pide más seguridad los políticos abren las cajas presupuestarias y legitiman el manejo de fondos de millones de dólares; se firman acuerdos comerciales, se pactan licitaciones, se compran tecnologías extranjeras, equipos logísticos, patrullas, helicópteros, armas, cámaras; nuevos juzgados, ministerios, secretarios; nuevas cárceles, menos escuelas, menos maestros, más ignorancia que cree saber; menos políticas de acción y más de reacción. Ya hemos vivido la época del gatillo fácil, sabemos de la connivencia de policías y ladrones, de zonas liberadas, de secuestros operados por bandas de comisarios, de periodistas muertos por sacar fotos comprometedoras o denunciar la traición a la patria. ¿Eso es seguro para nuestra seguridad? Es como que las ovejas le exijan al pastor que ponga al lobo a cuidar el rebaño. En fin, una estupidez total.

Ahora yo me pregunto: ¿La seguridad, se puede pedir?





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1 comentario:

  1. El hecho que el miedo reduce la opinion a los aparatos de tv, a la internet. Un mundo cada vez mas controlado. El miedo es el mejor ejercito represor, antes los tanques en la calle y los operativos falcon verdes, tanto a bajado la lucha que ahora solo se nesecita un par de canales, minas en bolas y mujeres grandes gaga para tener reprimidos mentalmente a una legion de gente bien, que labura, come, mira tele y duerme.

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