Entrevista a Nacho Paredes y Flor De Lupite – Transheterosexuales

Hugo Moyeja


Por Hugo Moyeja
Periodista Barra Brava







Los conocí el año pasado en la popular de Chacarita. Primero pensé que eran un travesti y un chongo. Me pidieron fuego, y entre seca y seca nos fuimos midiendo, como si fuésemos amigos de toda la vida que nos encontramos después de mucho. Nacho me pareció un tipo piola piola, y Flor me partió la cabeza sacándole brillo a su inteligencia, la tiene re lunga. Dos personajes fuera de serie, más revolucionarios que el Che, más grosos que los Rolling Stones o la Chicholina. Y no es una forma de decir. Le pasaron el trapo a toda la gilada, así de frente, a ver quién se la aguanta. No se comen ninguna ni andan en agachadas. Fueron entrevistados por varios diarios nacionales (Clarín, La Nación, Página 12) e internacionales (Washington Post, News Herald, Berliner Zeitung, Corriere Della Sera, entre otros). Su popularidad quedó enterrada en el olvido por esta sociedad careta que señala con el dedo a la “gente rara”; amigos de la yuta, chupa cirios insoportables que sueñan con un mundo de “gente normal”.
Por eso los entrevisto, para hacerles el aguante y darles el reconocimiento que se merecen. No son putos ni lesbianas, con el respeto que se merecen los putos y las lesbianas. Dieron vuelta todo el muyo de la psicoanalítica paranoide. Son parte de lo que yo defino como el Anti-edipo.
Sentados en un bar de Once, tomando unas birras bien frapé, comenzamos entre maníes y papas fritas.
(Se transcribe tal cual salió)


¿Cuándo te diste cuenta que eras mujer, como fue ese cambio en tu vida?

Flor De Lupite –Cuando era chico recuerdo que me tiraba el pito y las bolas para atrás y cerraba las piernas, y me veía esa conchita, y la sentía mía, mi conchita, mi hoyito, y me tocaba la conchita porque era mía, porque era mi conchita de mujer. Jugaba a las muñecas con mi hermana, me pintaba los labios, los ojos, las uñas, me ponía las bombachas y los vestidos de mamá y jugábamos horas con Julieta. Hasta que nos vio papá y me arrancó la ropa y me puso debajo de la ducha fría mientras me lavaba la cara con jabón y sopapos. Mamá no tenía problema. Hasta jugaba conmigo. Obvio que papá no sabía nada.

¿Te empezaron a gustar los hombres?

Flor –Lo curioso de todo esto es que al contrario de lo que todos piensan, a mí siempre me gustaron las mujeres. Me calientan, me excitan, me vuelven loca. No soy gay. Pero siempre me sentí mujer, por eso me empecé a vestir y a lucir como mujer. Jamás sentí deseos por un hombre, son dos cosas distintas.

Una cosa nunca vista. El travesti es homosexual por definición.

Flor –No. Al principio fui un travesti heterosexual. Por eso me hice conocida. Era la única traba que me cogía mujeres. Más de una lesbiana se llevó una sorpresa conmigo. Más de un hombre se sintió desilusionado.

Dijiste que al principio fuiste un travesti heterosexual, ¿Y después?

Flor –A los 35 años crucé las barreras de un viejo prejuicio y me operé en Chile. El Dr. Heberto Ludueña me hizo una concha hermosa. Pero siento desilusionarlos una vez más. Tampoco ahora me gustan los hombres. Por eso pasé de ser un travesti heterosexual a un Trans-heterosexual.

¿Qué sentís después de haber dado ese gran paso?

Flor –Siento que crucé todas las barreras de la lógica y las instituciones de la humanidad. Rompí con el principio de no contradicción aristotélico: soy heterosexual y homosexual al mismo tiempo y bajo la misma relación.

¿Estabas en pareja cuando te operaste?

Flor –Si, estaba en pareja con Nacho, una mujer travestida de hombre, como yo pero al revés.

¿Y qué pasó? Ahora ya no la podías poner más.

Flor –Por eso decidimos darle el golpe final a este sistema hipócrita creando un morboso y nunca visto oxímoron. Convencí a Nacho para que también se operara, ya que a él le atraía también el sexo opuesto.

O sea que él (o ella) se operó después que vos.

Flor –No, en realidad nos operamos juntas, nos donamos los órganos mutuamente. Yo tengo su vagina y ella tiene mi pene. ¿No es hermoso? ¿Alguien alguna vez en la historia de la humanidad hizo un intercambio tan íntimo y revolucionario? (Aplauden)

¿Qué es lo más loco de todo esto?

Flor –Que antes yo la penetraba a ella, ahora ella me penetra a mí. Ella que es “ÉL”, yo que soy “ELLA”. Un narcicismo sexual autorreferente absoluto. Yo me cojo a mi misma con mi propio pene, él se coje a sí mismo con su propia vagina. Nos cojemos a nosotras mismas a través del otro.

Pero de alguna manera dejaron de ser hetero ¿o no?

Nacho Paredes –De ninguna manera Hugo. A pesar de que somos transexuales somos heterosexuales biológica y sexualmente.

¿Cómo es eso?

Nacho –Yo nací mujer, y ahora tengo pene, pero genéticamente soy mujer. Flor nació hombre, pero a pesar de que tenga vagina sigue siendo hombre. Y somos una pareja en todo sentido heterosexual, mire por donde se lo mire, genitalmente, biológicamente, socialmente.

¿Qué otra locura hicieron?

Nacho –Nos casamos por civil y por iglesia un año después de la operación. Para joderlos a todos viste. En ese tiempo no existía el matrimonio gay ni toda la movida que hay ahora con la igualdad y todo eso. En la iglesia se negaron al principio, pero nos tuvieron que casar igual porque no éramos del mismo sexo. Somos hombre y mujer, le dijimos al cura mostrándole los documentos. Con vestido blanco y todo eh. Le tendrías que haber visto la cara al sacerdote. (Risas)

¿Están a favor del matrimonio gay?

Nacho –Estamos en contra. Primero por el título “Matrimonio Igualitario”. Si fuese igualitario no habría que aclarar nada ¿no? Nadie se percató del gesto fachista de esta institución. Al igualar marcan la diferencia con el “igualitario” viste. Si es igualitario entonces no es lo mismo. La hipocresía “progre” no tiene límites. Quieren igualar todo, pero nadie quiere un hijo puto en casa.

Flor –Por otro lado estamos en contra porque no hay una metafísica de la sexualidad sino de la genitalidad. La sexualidad se construye a través de una elección en el impulso del deseo. No se es hombre o mujer por los genitales con que se nace. Se puede ser hombre en el cuerpo de una mujer y viceversa, y también desear al sexo opuesto como en nuestro caso.

Sin embargo es contradictorio. Hay una homosexualidad latente.

Flor –Cabe hacerse cargo de la contradicción de que soy un hombre que se siente mujer y desea igualmente a una mujer. Hay ahí una especie de lesbianismo virtual, porque mi deseo hacia las mujeres es como mujer. Pero eso lo superamos después de la operación. Hombre y mujer, mujer y hombre. Los dos géneros unidos por igual. Eso es igualitario. No hay homosexualidad.

¿Qué es entonces para ustedes la homosexualidad?

Nacho –La homosexualidad es una etapa en la vida de todas las personas, que es normal y debería ser pasajera si no fuera estigmatizada y condenada por el narcotráfico moral ¿no? Todos de chicos nos sentimos atraídos por alguien de nuestro mismo sexo. La represión de la inclinación homosexual temprana, lleva a que esta pulsión surja tardíamente y se fije. Como dice Guillermo Nimo, "por lo menos así lo veo yo".

Pero acá hay algo que no funciona. Vos Flor sos un hombre que se siente mujer. Ahora, como mujer sos lesbiana. Te gustan las mujeres.

Flor –Por eso te digo, rompí con el principio de no contradicción. Soy homo y hétero a la vez y bajo la misma relación. Biológicamente hay hembra-macho. Genéricamente hombre-mujer. Sexualmente hombre-mujer.

Pero vos no eras travesti.

Flor -¿Como que no?

A los travas les gustan los hombres. Son putos

Flor -Ser puto no significa ser trava.

No, pero pero sí al revés.

Nacho –Lo que pasa es que vos pensás como los demás. No te dás cuenta del giro copernicano que dimos con Flor.

No me vengás con giladas filosóficas a mí. Yo entiendo como es el rollo, pero para mí un traba es puto por definición y punto.

Flor –Es típico de una mentalidad machista.

Un hombre que se disfraza de mujer para garcharse mujeres no es traba.

Flor –Yo no me disfrazo de mujer, “SOY” mujer.

Guardate las mayúsculas porque antes me batiste que eras un HOMBRE que “se siente” mujer, en sentido biológico, socialístico y filosofofístico.

Nacho –Estás borracho.

Igual que ustedes caretas. No me cabe este chamuyo. Ustedes me están enroscando.

Flor –Vos nos quisiste entrevistar.

Pero no sabía que eras un travestilesbiano. Son andróginos. Ahí está, eso sos, un travesti-lesviano, con guión, ¿se entiende?


Parece que no les gustó la definición. Nos cagamos bien a trompadas con Flor y Nacho en el bar. Un aguante terrible esta gente. Me dieron pa’ que tenga y yo también repartí. Rompimos sillas, botellas y un espejo. Nos echaron del bar con otra paliza, y terminamos en un tugurio de Constitución nuestra final borrachera, abrazados como marineros desbarrancados en una zanja hedionda del arrabal.
Cuando volvía en el bondi para casa sentí como que se habían mandado la parte. Más tarde me puse de pesquisa, y averigüé que el médico es amigo de la familia. No hay más data de la operación. Dudo de ellos. Pero es buena gente, y algún día van a ser reconocidos como lo que son, unos grosos, que tienen aguante, que le ponen el pecho a cualquier situación jodida, que no se agachan, y que si te agarran medio en pedo te pegan una garchada de aquellas, de esas que no te olvidas nunca más en tu vida. Decímelo a mí.



La paz no es verde

Por Justo Laposta
Filosofista - Opinólogo









La idea ecologista de que el hombre está destruyendo el planeta o que pueda llevar a cabo semejante empresa, es una pelotudez filosófica imperdonable. Pensar al planeta tierra como un ser vivo que el hombre puede matar, sería como creer que un piojo nos podría llevar a la anemia por succión. Un error de perspectivas.
Según la ciencia moderna la tierra tiene 6500 millones de años. Muchas cosas pasaron y fueron engullidas en sus entrañas, incluidos los dinosaurios. La superficie cambia, los seres vivos cambian, eso es todo. Podemos contaminar el aire, el agua, el suelo, podemos exterminar especies enteras, que los únicos perjudicados serán los mismos contaminadores. A la tierra poco le importa quienes son sus parásitos, la evolución biológica se encarga de seleccionar a los menos estúpidos. El hombre no destruye el medio ambiente, el hombre se destruye a sí mismo al no cuidar las condiciones naturales que hacen posible su subsistencia.
Los movimientos ecologistas son cómplices de este sistema depredador, distrayéndose en menudencias como el de salvar las ballenas, los pingüinos o escrachar un buque petrolero, en vez de generar un movimiento revolucionario de concientización señalando que el problema de fondo es nuestro modo de vida, basado en el terrorismo financiero, la pornografía de consumo y la política de esclavos sadomasoquistas, no el efecto invernadero.
Es curioso que cientos de prestigiosos científicos del mundo tengan una versión distinta sobre el efecto invernadero, la energía nuclear o la contaminación en general, y no sean tenidos en cuenta en los grandes foros ambientalistas. El monopolio de la verdad y la censura de los disidentes, está en manos de poderosas organizaciones ecológicas, que no son más que fachadas verdes del FMI y el Banco Mundial, que con la excusa de las “Áreas protegidas” o “Patrimonio de la Humanidad”, se apropian de los recursos naturales y destruyen las soberanías nacionales.
A pesar de ser organismos sin fines de lucro, lo que los exime de pagar impuestos, la información disponible en los registros públicos muestra que los ingresos totales de los movimientos ecologistas son superiores a los 8.500 millones de dólares anuales, mucho más de lo que ganan las grandes corporaciones contaminantes.
Por otro lado, comer sano o usar productos ecológicos es muchísimo más caro que contaminar el planeta o ir a comer al Mc Donalds, lo que nos da una idea del extraordinario negocio que hay detrás de las nuevas patentes para productos “amigables al ambiente”. Los filántropos de la naturaleza también cuentan billetes y toman Coca Cola.
La revolución social tiene que ser político-económica, ecológica en sus efectos, no en sus principios. Es decir, construir un modo de vida con nuevas formas de producción y de consumo que sean sanas y limpias, basada en una política de intercambio que no esté basada en la idea de la ganancia. De nada sirve escrachar buques petroleros, limpiar pingüinos o bajarse los pantalones en las escalinatas del Congreso si no cambiamos nuestro modo de vida. Si me limpio el culo antes de cagar, ensuciaré siempre mis calzoncillos. No hay que confundir los efectos con las causas, y la lucha ecologista está dada contra los efectos, dejando intactas las causas y los principios motores de esta enfermedad global.
Pese a todo lo que haga, el ser humano en algún momento dejará de existir, y la tierra estará miles de millones de años más girando alrededor del sol.
Por eso hay que lanzarle un rotundo NO al nihilismo ecologista y sus delirios místicos con el apocalipsis, una forma reaccionaria de afrontar los nuevos desafíos sociales y políticos.
No comas pasto, la revolución no la hacen las vacas.


Nota del Autor: este texto fue escrito para el Panfleto Atómiko de noviembre de 2011.