Entrevista a Nacho Paredes y Flor De Lupite – Transheterosexuales

Hugo Moyeja


Por Hugo Moyeja
Periodista Barra Brava







Los conocí el año pasado en la popular de Chacarita. Primero pensé que eran un travesti y un chongo. Me pidieron fuego, y entre seca y seca nos fuimos midiendo, como si fuésemos amigos de toda la vida que nos encontramos después de mucho. Nacho me pareció un tipo piola piola, y Flor me partió la cabeza sacándole brillo a su inteligencia, la tiene re lunga. Dos personajes fuera de serie, más revolucionarios que el Che, más grosos que los Rolling Stones o la Chicholina. Y no es una forma de decir. Le pasaron el trapo a toda la gilada, así de frente, a ver quién se la aguanta. No se comen ninguna ni andan en agachadas. Fueron entrevistados por varios diarios nacionales (Clarín, La Nación, Página 12) e internacionales (Washington Post, News Herald, Berliner Zeitung, Corriere Della Sera, entre otros). Su popularidad quedó enterrada en el olvido por esta sociedad careta que señala con el dedo a la “gente rara”; amigos de la yuta, chupa cirios insoportables que sueñan con un mundo de “gente normal”.
Por eso los entrevisto, para hacerles el aguante y darles el reconocimiento que se merecen. No son putos ni lesbianas, con el respeto que se merecen los putos y las lesbianas. Dieron vuelta todo el muyo de la psicoanalítica paranoide. Son parte de lo que yo defino como el Anti-edipo.
Sentados en un bar de Once, tomando unas birras bien frapé, comenzamos entre maníes y papas fritas.
(Se transcribe tal cual salió)


¿Cuándo te diste cuenta que eras mujer, como fue ese cambio en tu vida?

Flor De Lupite –Cuando era chico recuerdo que me tiraba el pito y las bolas para atrás y cerraba las piernas, y me veía esa conchita, y la sentía mía, mi conchita, mi hoyito, y me tocaba la conchita porque era mía, porque era mi conchita de mujer. Jugaba a las muñecas con mi hermana, me pintaba los labios, los ojos, las uñas, me ponía las bombachas y los vestidos de mamá y jugábamos horas con Julieta. Hasta que nos vio papá y me arrancó la ropa y me puso debajo de la ducha fría mientras me lavaba la cara con jabón y sopapos. Mamá no tenía problema. Hasta jugaba conmigo. Obvio que papá no sabía nada.

¿Te empezaron a gustar los hombres?

Flor –Lo curioso de todo esto es que al contrario de lo que todos piensan, a mí siempre me gustaron las mujeres. Me calientan, me excitan, me vuelven loca. No soy gay. Pero siempre me sentí mujer, por eso me empecé a vestir y a lucir como mujer. Jamás sentí deseos por un hombre, son dos cosas distintas.

Una cosa nunca vista. El travesti es homosexual por definición.

Flor –No. Al principio fui un travesti heterosexual. Por eso me hice conocida. Era la única traba que me cogía mujeres. Más de una lesbiana se llevó una sorpresa conmigo. Más de un hombre se sintió desilusionado.

Dijiste que al principio fuiste un travesti heterosexual, ¿Y después?

Flor –A los 35 años crucé las barreras de un viejo prejuicio y me operé en Chile. El Dr. Heberto Ludueña me hizo una concha hermosa. Pero siento desilusionarlos una vez más. Tampoco ahora me gustan los hombres. Por eso pasé de ser un travesti heterosexual a un Trans-heterosexual.

¿Qué sentís después de haber dado ese gran paso?

Flor –Siento que crucé todas las barreras de la lógica y las instituciones de la humanidad. Rompí con el principio de no contradicción aristotélico: soy heterosexual y homosexual al mismo tiempo y bajo la misma relación.

¿Estabas en pareja cuando te operaste?

Flor –Si, estaba en pareja con Nacho, una mujer travestida de hombre, como yo pero al revés.

¿Y qué pasó? Ahora ya no la podías poner más.

Flor –Por eso decidimos darle el golpe final a este sistema hipócrita creando un morboso y nunca visto oxímoron. Convencí a Nacho para que también se operara, ya que a él le atraía también el sexo opuesto.

O sea que él (o ella) se operó después que vos.

Flor –No, en realidad nos operamos juntas, nos donamos los órganos mutuamente. Yo tengo su vagina y ella tiene mi pene. ¿No es hermoso? ¿Alguien alguna vez en la historia de la humanidad hizo un intercambio tan íntimo y revolucionario? (Aplauden)

¿Qué es lo más loco de todo esto?

Flor –Que antes yo la penetraba a ella, ahora ella me penetra a mí. Ella que es “ÉL”, yo que soy “ELLA”. Un narcicismo sexual autorreferente absoluto. Yo me cojo a mi misma con mi propio pene, él se coje a sí mismo con su propia vagina. Nos cojemos a nosotras mismas a través del otro.

Pero de alguna manera dejaron de ser hetero ¿o no?

Nacho Paredes –De ninguna manera Hugo. A pesar de que somos transexuales somos heterosexuales biológica y sexualmente.

¿Cómo es eso?

Nacho –Yo nací mujer, y ahora tengo pene, pero genéticamente soy mujer. Flor nació hombre, pero a pesar de que tenga vagina sigue siendo hombre. Y somos una pareja en todo sentido heterosexual, mire por donde se lo mire, genitalmente, biológicamente, socialmente.

¿Qué otra locura hicieron?

Nacho –Nos casamos por civil y por iglesia un año después de la operación. Para joderlos a todos viste. En ese tiempo no existía el matrimonio gay ni toda la movida que hay ahora con la igualdad y todo eso. En la iglesia se negaron al principio, pero nos tuvieron que casar igual porque no éramos del mismo sexo. Somos hombre y mujer, le dijimos al cura mostrándole los documentos. Con vestido blanco y todo eh. Le tendrías que haber visto la cara al sacerdote. (Risas)

¿Están a favor del matrimonio gay?

Nacho –Estamos en contra. Primero por el título “Matrimonio Igualitario”. Si fuese igualitario no habría que aclarar nada ¿no? Nadie se percató del gesto fachista de esta institución. Al igualar marcan la diferencia con el “igualitario” viste. Si es igualitario entonces no es lo mismo. La hipocresía “progre” no tiene límites. Quieren igualar todo, pero nadie quiere un hijo puto en casa.

Flor –Por otro lado estamos en contra porque no hay una metafísica de la sexualidad sino de la genitalidad. La sexualidad se construye a través de una elección en el impulso del deseo. No se es hombre o mujer por los genitales con que se nace. Se puede ser hombre en el cuerpo de una mujer y viceversa, y también desear al sexo opuesto como en nuestro caso.

Sin embargo es contradictorio. Hay una homosexualidad latente.

Flor –Cabe hacerse cargo de la contradicción de que soy un hombre que se siente mujer y desea igualmente a una mujer. Hay ahí una especie de lesbianismo virtual, porque mi deseo hacia las mujeres es como mujer. Pero eso lo superamos después de la operación. Hombre y mujer, mujer y hombre. Los dos géneros unidos por igual. Eso es igualitario. No hay homosexualidad.

¿Qué es entonces para ustedes la homosexualidad?

Nacho –La homosexualidad es una etapa en la vida de todas las personas, que es normal y debería ser pasajera si no fuera estigmatizada y condenada por el narcotráfico moral ¿no? Todos de chicos nos sentimos atraídos por alguien de nuestro mismo sexo. La represión de la inclinación homosexual temprana, lleva a que esta pulsión surja tardíamente y se fije. Como dice Guillermo Nimo, "por lo menos así lo veo yo".

Pero acá hay algo que no funciona. Vos Flor sos un hombre que se siente mujer. Ahora, como mujer sos lesbiana. Te gustan las mujeres.

Flor –Por eso te digo, rompí con el principio de no contradicción. Soy homo y hétero a la vez y bajo la misma relación. Biológicamente hay hembra-macho. Genéricamente hombre-mujer. Sexualmente hombre-mujer.

Pero vos no eras travesti.

Flor -¿Como que no?

A los travas les gustan los hombres. Son putos

Flor -Ser puto no significa ser trava.

No, pero pero sí al revés.

Nacho –Lo que pasa es que vos pensás como los demás. No te dás cuenta del giro copernicano que dimos con Flor.

No me vengás con giladas filosóficas a mí. Yo entiendo como es el rollo, pero para mí un traba es puto por definición y punto.

Flor –Es típico de una mentalidad machista.

Un hombre que se disfraza de mujer para garcharse mujeres no es traba.

Flor –Yo no me disfrazo de mujer, “SOY” mujer.

Guardate las mayúsculas porque antes me batiste que eras un HOMBRE que “se siente” mujer, en sentido biológico, socialístico y filosofofístico.

Nacho –Estás borracho.

Igual que ustedes caretas. No me cabe este chamuyo. Ustedes me están enroscando.

Flor –Vos nos quisiste entrevistar.

Pero no sabía que eras un travestilesbiano. Son andróginos. Ahí está, eso sos, un travesti-lesviano, con guión, ¿se entiende?


Parece que no les gustó la definición. Nos cagamos bien a trompadas con Flor y Nacho en el bar. Un aguante terrible esta gente. Me dieron pa’ que tenga y yo también repartí. Rompimos sillas, botellas y un espejo. Nos echaron del bar con otra paliza, y terminamos en un tugurio de Constitución nuestra final borrachera, abrazados como marineros desbarrancados en una zanja hedionda del arrabal.
Cuando volvía en el bondi para casa sentí como que se habían mandado la parte. Más tarde me puse de pesquisa, y averigüé que el médico es amigo de la familia. No hay más data de la operación. Dudo de ellos. Pero es buena gente, y algún día van a ser reconocidos como lo que son, unos grosos, que tienen aguante, que le ponen el pecho a cualquier situación jodida, que no se agachan, y que si te agarran medio en pedo te pegan una garchada de aquellas, de esas que no te olvidas nunca más en tu vida. Decímelo a mí.



La paz no es verde

Por Justo Laposta
Filosofista - Opinólogo









La idea ecologista de que el hombre está destruyendo el planeta o que pueda llevar a cabo semejante empresa, es una pelotudez filosófica imperdonable. Pensar al planeta tierra como un ser vivo que el hombre puede matar, sería como creer que un piojo nos podría llevar a la anemia por succión. Un error de perspectivas.
Según la ciencia moderna la tierra tiene 6500 millones de años. Muchas cosas pasaron y fueron engullidas en sus entrañas, incluidos los dinosaurios. La superficie cambia, los seres vivos cambian, eso es todo. Podemos contaminar el aire, el agua, el suelo, podemos exterminar especies enteras, que los únicos perjudicados serán los mismos contaminadores. A la tierra poco le importa quienes son sus parásitos, la evolución biológica se encarga de seleccionar a los menos estúpidos. El hombre no destruye el medio ambiente, el hombre se destruye a sí mismo al no cuidar las condiciones naturales que hacen posible su subsistencia.
Los movimientos ecologistas son cómplices de este sistema depredador, distrayéndose en menudencias como el de salvar las ballenas, los pingüinos o escrachar un buque petrolero, en vez de generar un movimiento revolucionario de concientización señalando que el problema de fondo es nuestro modo de vida, basado en el terrorismo financiero, la pornografía de consumo y la política de esclavos sadomasoquistas, no el efecto invernadero.
Es curioso que cientos de prestigiosos científicos del mundo tengan una versión distinta sobre el efecto invernadero, la energía nuclear o la contaminación en general, y no sean tenidos en cuenta en los grandes foros ambientalistas. El monopolio de la verdad y la censura de los disidentes, está en manos de poderosas organizaciones ecológicas, que no son más que fachadas verdes del FMI y el Banco Mundial, que con la excusa de las “Áreas protegidas” o “Patrimonio de la Humanidad”, se apropian de los recursos naturales y destruyen las soberanías nacionales.
A pesar de ser organismos sin fines de lucro, lo que los exime de pagar impuestos, la información disponible en los registros públicos muestra que los ingresos totales de los movimientos ecologistas son superiores a los 8.500 millones de dólares anuales, mucho más de lo que ganan las grandes corporaciones contaminantes.
Por otro lado, comer sano o usar productos ecológicos es muchísimo más caro que contaminar el planeta o ir a comer al Mc Donalds, lo que nos da una idea del extraordinario negocio que hay detrás de las nuevas patentes para productos “amigables al ambiente”. Los filántropos de la naturaleza también cuentan billetes y toman Coca Cola.
La revolución social tiene que ser político-económica, ecológica en sus efectos, no en sus principios. Es decir, construir un modo de vida con nuevas formas de producción y de consumo que sean sanas y limpias, basada en una política de intercambio que no esté basada en la idea de la ganancia. De nada sirve escrachar buques petroleros, limpiar pingüinos o bajarse los pantalones en las escalinatas del Congreso si no cambiamos nuestro modo de vida. Si me limpio el culo antes de cagar, ensuciaré siempre mis calzoncillos. No hay que confundir los efectos con las causas, y la lucha ecologista está dada contra los efectos, dejando intactas las causas y los principios motores de esta enfermedad global.
Pese a todo lo que haga, el ser humano en algún momento dejará de existir, y la tierra estará miles de millones de años más girando alrededor del sol.
Por eso hay que lanzarle un rotundo NO al nihilismo ecologista y sus delirios místicos con el apocalipsis, una forma reaccionaria de afrontar los nuevos desafíos sociales y políticos.
No comas pasto, la revolución no la hacen las vacas.


Nota del Autor: este texto fue escrito para el Panfleto Atómiko de noviembre de 2011. 

¡A las Barricadas!

Nietzsche Guevara
Revolucionario Bohemio



Estoy harto de todo esto. Hundido en esa náusea existencial de la que habla Sartre en su novela. Siento nostalgia de aquellas épocas de represión que le daban sentido y valor a las protestas sociales, marchas y piquetes. Extraño los gases lacrimógenos y las balas de goma, las emboscadas de la caballería o el grupo motorizado de la Federal. Ardo en deseos de volver a estar en esas improvisadas barricadas callejeras, armados con palos y piedras, sintiendo el valor espartano a la hora de la batalla, o creyéndonos viejos anarquistas viendo volar las bombas molotov sobre los carros hidrantes.
Siento náuseas hasta el hastío en esta paz moribunda entre dominantes y dominados. El repliegue del aparato represivo estatal como estrategia cínica para dejar al desnudo una indiferencia asesina ante el grito agónico de la señora Democracia. El poder no quiere pagar más los costos políticos de nuevos mártires sociales.
La náusea roza la arcada cuando veo marchas del silencio, que sepultan gritos de venganza sobre toneladas de culpa y vergüenza, mientras los medios de comunicación con sus sofismos baratos aplauden este símbolo de debilidad extrema en aquellos que deberían haber incendiado Roma.
Me hundo en la tristeza y la decepción cuando esos piquetes en avenidas y rutas, que antaño eran reprimidos, son abandonados a su suerte, para que la estúpida sociedad los condene desde los noticieros que son Vox Populi.
El poder cambió sus armas. La represión hoy se hace a través de los medios de comunicación. El poder hipnótico del Gran Hermano logró expandir el virus del Miedo Abstractro (miedo a la inseguridad, a la gripe A, a la crisis económica, a la devaluación). El hombre perdió el miedo al hombre, esa es la náusea y el vacío. El hombre al perder el miedo perdió el respeto, no solo a sus enemigos, sino a sus semejantes. Nos enseñaron a odiar y despreciar, nos envenenaron el alma con el evangelio de la venganza y el resentimiento. Empequeñecidos por una ética tibia y relativa, disminuidos por una moral de esclavos sadomasoquistas, nos rasgamos las vestiduras cuando vemos el nicho de corrupción y delito que anida en el poder, mientras nos refugiamos en nuestras cómodas costumbres que viste nuestra hipocresía y aplaca con sobornos nuestra buena conciencia. Luego ejercemos nuestra ciudadanía lavándonos las manos en el cuarto oscuro, donde nuestro anonimato se refugia en el voto secreto.
No hay posibilidades de una revolución en un mundo de apariencias trasvestidas y caudillos discretos. No hay esperanzas de cambio en un pueblo adormecido en una paz que no se merece y que nunca conquistó. Mejores eran las épocas de mano dura y persecuciones, donde había que tomar partido y jugárselas, sin medias tintas ni doble discurso. Es preferible la violencia explícita de un dictador nazi, al genocidio indirecto de demócratas populares que esconden sus esvásticas y sus colmillos detrás de símbolos patrios.
La violencia de hoy es peor que la de ayer. El enemigo no tiene rostro. La traición del Poder es no mostrarse como verdaderamente es. Pero el ciudadano también se traiciona vendiéndole el alma al sistema mientras se queja por Facebook de lo injusto que es el mundo.
Siento náuseas. Siento nostalgia. Que vuelvan los Cordobazos, las barricadas, los palos y las balas. Que las marchas rompan el silencio que reprime el grito de batalla, que el estallido social no se refugie en banderas partidarias ni privilegios de clases, para que el poder político sienta de una vez por todas una amenaza real, el miedo a morir linchados por una turba iracunda.
Basta de cacerolazos. Me da vergüenza ajena esa protesta de ama de casa enojada. Es la peor expresión de una protesta, nacida del medio pelo argentino para sentirse protagonista de absolutamente nada. ¿Quién puede temerle a toda esa gente asustada por ver amenazados sus mezquinos privilegios de clase? ¿Qué seriedad tiene un movimiento que no pretende cambiar absolutamente nada sino cuidar celosamente el status quo?
Necesitamos una guerra total contra el Totalitarismo, vivir más peligrosamente. El mundo necesita volver a ser conquistado. Que esta paz de esclavos se derrumbe y solo los valientes vuelvan a medir sus fuerzas y dictar sus propios valores. Quizás retrocedamos cien años. Pero que más da. Sin náuseas y sin hastío tal vez se pueda construir algo más que una colonia agropecuaria al servicio de su Majestad.
¡Queremos represión, palos y balas de goma! ¡Queremos que se pudra todo para que de una vez por todas comience la revolución!

El Rey de Copas

Vito Sosa
Escribidor



Ser un rey de copas no tiene nada que ver con la baraja española. Habrá reyes de espadas, reyes del oro, reyes de madera, pero rey de copas hay uno solo, yo. He vaciado tantas copas, y viciado tantos tragos, que sería imposible llevar la cuenta. Quizá se pueda contar, pero no con los dedos, con la lengua y la boca sí, que no solo sirven para tomar, sino para contar cuanto se ha tomado pese a que uno ya no se acuerde, porque precisamente se toma para olvidar, cuánto.
Soy el rey de copas. Indiscutiblemente. Nadie me supera ni me superará. Alcanzarme sería la muerte a mitad de camino. Muchos sucumben en coma alcohólico antes de que yo logre entonarme, y las copas mueren vacías delante de mis narices que resoplan con el aliento de un dragón. No hay trago que me pueda resistir, los extingo como se apaga una velita de cumpleaños con dos dedos húmedos de saliva.  Nadie puede seguirme ni alcanzarme, por eso yo y mi borrachera, solos, naufragando en estos agitados mares de espuma etílica y horizontes de olvido. Sólo, en este enredo confuso de diálogos con nadie, de palabras huérfanas de sentido, y esas carcajadas resbalosas que me atacan al verme tan ridículo en este trono sin reino.
Tres días de curda me dan coraje para escribir y seguir tomando. De bar en bar, de copetín en copetín voy pasando sin gloria, ensuciando esta libreta con lo que vuelca el temblor de mis manos, con lo que ellas escriben sin que yo pueda pensar, sin que yo decida que. Ya no recuerdo ni cómo me llamo, ni por qué estoy en este bar hediondo de Once, ni por qué el barman, ese negro grandote y feo me amenaza desde el otro lado de la barra. Yo sigo escribiendo con la seguridad de que tarde o temprano me van a golpear, esa degenerada emoción me gusta, ese violento beso de las buenas noches y un despertar lleno de dolores y preguntas, y luego.
Es la única satisfacción que tengo, el orgullo que le da sentido a mi vida. Este trono sin reino, este rey de copas que soy. El negro me amenaza de nuevo y yo soy el rey que lo manda a la horca, que ve el dogal tenso en su cuello mientras el patíbulo rechina al vaivén de péndulo de un cuerpo todavía convulsivo.
La copa está seca de nuevo y el negro no la quiere llenar más. Parece que me conoce bastante bien, pero sin embargo no me respeta, y se ríe cuando le digo que soy rey y trono sin reino (¿o reino sin trono?). Me sigue amenazando lleno de furia. Es la tercera vez que me golpea en la cara. Las otras dos no me dio tiempo a escribirlo.
Ahora ya no me acuerdo qué es lo que estaba escribiendo, ni puedo leer lo que ya está escrito. Nada importante seguro, a quién le puede interesar lo que escribe un borracho, si ya ni a los reyes se les tiene respeto que se los golpea y se los insulta y amenazan, y de una patada en el culo van a parar a la calle destronados de la barra, desterrados de un reino sin soberanos, lleno de copas que quedan vacías por la mañana y los bolsillos sin un cobre y una sed que me llena de preguntas, y quizá también. Mejor terminar con esto y buscar otro trono que me aguante hasta el mediodía, aunque sea.


De la Tragedia al Vodevil Democrático

Por Justo Laposta
Filosofista - Opinólogo


"Pero si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento"
George Orwell




Lo tengo en la punta de la lengua. Está la idea, clara, concreta, definida, pero no aparece la palabra. Está en la punta de la lengua, esperando ser dicha, pero es como una sombra o como una huella en la arena, una ausencia concreta del sujeto. Las palabras a veces vienen después, como el trueno que sucede al relámpago; o aparecen antes, impertinentes, para desplegarle la alfombra roja a una idea inesperada. Pero no hay ultraje más grande que cuando nos sacan la palabra de la boca. No es por el simple hecho de que alguien se nos adelantó al hablar, sino porque literalmente sentimos que nos metieron la mano en la boca y nos arrancaron las palabras de la punta de la lengua. Esta imagen rompe con el prejuicio idealista de que el lenguaje es esencialmente abstracto, que pertenezca al reino celestial de las ideas. El lenguaje es un órgano más, como el hígado, los intestinos o el corazón, o todos juntos. Porque las palabras a veces nos duelen, a veces nos hacen reír, las hay amargas o dulces, ácidas, insípidas, otras nos montan en cólera, otras que matan o hieren, están las que dan órdenes, las que bautizan, las que cantan, las que enamoran. Las palabras son tan concretas como los ladrillos de un muro, como la materia misma del mundo que nos rodea. Y no hay institución que sepa mejor esto que la política.
A lo largo de la historia de nuestra cultura, la literatura y la filosofía han pulido y enriquecido el lenguaje de una manera extraordinaria. Por eso el poder político ha prendido hogueras tan grandes en donde ardieron libros y seres humanos, cuando no brujas. Sin embargo con el tiempo se aprendió la lección, y se dejaron de lado estas prácticas que promovían mártires revolucionarios y encendían la insoportable curiosidad de lo prohibido. El siglo XX fue muy fructífero, sobre todo después del nazismo y su descomunal aparato de propaganda. El nuevo orden mundial surgido de la segunda guerra sembró el terror por todo el globo terráqueo y exterminó el romanticismo revolucionario que quería cambiar el mundo. La tierra volvió a ser plana y fue puesta en el centro del universo financiero. La teología del libre mercado fue impuesta como enseñanza obligatoria y modo de vida de los civilizados. Este achatamiento universal globalizó la ética utilitaria y la moral de esclavos, tarea evangelizadora que llevaron a cabo los medios de comunicación con una efectividad nunca antes vista. De esta manera el sistema democrático resultó ser el mejor molde de la mediocridad política, en donde las masas delegan el poder a sus representantes. Es la “representación” del poder, no el Poder mismo. Es el triunfo del idealismo. La coronación de la demagogia por sobre cualquier arte de la retórica.
Enrique Symns decía que de las tragedias griegas, la más mediocre es la democracia. Pero en pleno siglo XX cambió al género del absurdo para luego convertirse, en nuestros días, en una parodia de sí misma. Y en este simulacro político los espectadores pagan una y otra vez una entrada carísima, para ver cómo las caricaturas grotescas que eligieron no tienen nada nuevo para decir, sino viejos libretos que interpretar. A pesar de lo malo y patético del espectáculo, el público se emociona y aplaude de pie; otros pocos, se levantan y se van ofendidos por tamaña estafa, sin pedir reintegros.
Quizás acá radique el secreto de cómo la política se hizo inmune a la realidad de los hechos, esto es, convirtiéndose en un espectáculo. A veces es una tragedia, a veces una comedia, otra una sátira, una parodia o un vodevil. Pero jamás debe tomarse en serio a sí misma, porque entonces se acaba la magia que da el escenario. Al espectador no le importa si lo que ve o se dice se corresponde con la realidad de los hechos, sino que la interpretación y la representación estén bien logradas. 
"Cualquier parecido con la Realidad es mera coincidencia", debería rezar el eslogan de cualquier campaña política, y por qué no, el preámbulo de la constitución nacional.

El Boden 2012 y el petróleo de Malvinas

Por Justo Laposta
Filosofista - Opinólogo






Aunque usted no lo crea. Y la verdad que es de no creer, pero la verdad se impone, aunque nos resistamos. Acostumbrados a que los políticos nos mientan y se rían de nosotros a nuestras espaldas, hoy ya no es necesario, la mentira es tan grande que ya no se puede tapar ni trasvestir. Nos tenemos que resignar a que las cosas sean como son, a que la historia se repita siempre de la misma manera aunque nos digan que la están transformando.
La presidenta Cristina Fernandez de Kirchner reconoció que los bancos allá por el 2001 le robaron a los argentinos sus ahorros en dólares, luego de haber desfalcado a la Argentina con operaciones financieras conocidas como Canje, Megacanje y Blindaje. Con el país en llamas, el nuevo y flamante presidente Eduardo Duhalde junto a Roberto Lavagna, ministro de economía, lanzaron el Boden 2012 para compensar a todos los ahorristas timados, “El que depositó dólares, recibirá dólares”, dijo el cabezón en su discurso de asunción. Lo cierto es que recibieron bonos, y como era de esperar, gran parte de los damnificados se deshicieron de ellos, en medio de un país en crisis económica y política. Los bancos y financieras les compraron estos bonos a precio vil. Para cuando habían salido no cotizaban a más de un 30 por ciento de su valor nominal. Es lo que hay, como se suele decir, y es preferible pájaro en mano que cien volando.
Hoy, 3 de agosto de 2012, diez años después, se paga la última cuota y se salda la deuda. Al erario público le significó casi unos 20 mil millones de dólares entre capital e intereses pagados. El 80 por ciento de esos títulos están en manos de bancos extranjeros, esos mismos que se robaron los dólares hace 10 años atrás, y hoy hacen un tremendo negocio cobrando un bono que cotizó un 130 por ciento. Como se suele decir en la jerga delictiva, nos hicieron la segunda. Los ladrones se quedaron con la compensación de las víctimas. “¡Que fantástico negocio, dos veces se quedaron con la plata de los argentinos!”, dijo la presidenta en su discurso en la bolsa de comercio de Buenos Aires. Lo dijo con una mezcla de admiración y envidia. Ella y su difunto marido también hicieron un fantástico negocio desde que están en el poder.
La pregunta que nos tendríamos que hacer todos es por qué los delincuentes señalados no están presos, y cómo es posible que el estado argentino liquide esos bonos sabiendo que los tenedores son esos mismos delincuentes. Es un fantástico negocio porque así fue orquestado, y nuestra excelentísima señora presidenta así lo reconoce. Así lo dijo, los mismos ladrones nos robaron dos veces, y muchos argentinos que nunca vieron ni van a tener un dólar, tuvieron que pagar una deuda en dólares por delitos que al poder político no le parece tan importantes. Jamás se les exigió a los bancos que devolvieran lo robado, a pesar de que fue un sector con ganancias siderales durante el kirchnerismo.
La presidenta se lamenta con resignación de raquítico, para luego inflar su pecho de orgullo porque somos un país, que a pesar de todo, cumple con sus obligaciones. Y en ese a pesar de todo está nuestra vergüenza, nuestro jibarismo, nuestra moral de esclavos. Estamos obligados a pagar, no importa cuan grande sea la estafa, estamos obligados. Y en ese deber a pesar de todo está nuestra debilidad.
Si pensamos en lo simple y transparente que fue la estafa, nuestros funcionarios tienen el nivel intelectual de un retrasado mental con un cucurucho pegado a la frente, como para no haberse dado cuenta. Pero como a simple ojos vista no son retardados, ni mongoloides, lo más probable es que sean cómplices cipayos de intereses foráneos.

Un dato curioso en toda esta premeditada estafa, son los bancos que cobraron estos bonos. Según la presidenta son bancos norteamericanos. Miente. Entre los tenedores de los bonos están los grandes fondos de inversión como Franklin Resources Inc, Capital International Fund, MFS Investment, Black Rock, Capital World Investment y Fidelity Investment. ¿Por qué miente Cristina? Porque muchos de ellos son a su vez accionistas de las empresas petroleras británicas que ilegalmente están desarrollando actividad en la plataforma marítima de las Islas Malvinas. De esta manera se viola la ley de hidrocarburos 26.659 (que este mismo gobierno sancionó), que establece "sanciones económicas e inhabilitación" a empresas ligadas a petroleras inglesas que operan en Malvinas.
“Sin deuda somos más libres”, reza la leyenda que colocó Hernán Lorenzino en el ministerio de economía, debajo de un reloj en cuenta regresiva. Es la cuenta regresiva de lo poco que nos queda de soberanía económica, política, cultural, mental. El cinismo político de este gobierno no tiene parangón con ningún otro. Pensar que las petroleras inglesas se están financiando con los ahorros de los argentinos para extraer petróleo de nuestras islas, mientras Cristina Fernandez es ovacionada por su compromiso indeclinable a la entrega absoluta de nuestra pálida y fantasmagórica soberanía, da un asco y una indignación que duele. El coro de aplaudidores y obsecuentes de siempre que siembran la tribuna del circo peronacho, le dan clima de fiesta y jolgorio a la entrega traicionera.
Los esclavos y servidores del imperio se divierten con orgullo mientras tiran manteca al techo y cuentan las ganancias de su labor delictiva. Otros festejan la libertad soberana agitando banderitas desteñidas y llorando con los goles de la selección, mientras se ahorcan con la tarjeta de crédito y sueñan con el auto cero kilómetro. Otros muchos, los más, son espectros de un país prometido que nadie concreta, y que en esa esperanza de pobre diablo sobrevive día a día, en un mundo en donde se ha extraviado la humanidad de los hombres.

Sin pelos en la lengua

Vito Sosa
Escribidor




Tenía pelos en la lengua. Lo noté una mañana después de lavarme los dientes y sentir que algo me raspaba el paladar. Fue duro creerlo, y asqueroso soportarlo. Al principio fue como una pequeña barba, algo que ensombrecía mi lengua, pero que raspaba por dentro y en ciertas oportunidades me daba náuseas. Los médicos me hablaron de un desequilibrio hormonal, me recetaron medicamentos y recomendaron estudios y análisis varios. Salí del centro médico con la sensación de que se habían reído de mí, que me habían atendido como si yo fuese la mujer barbuda.
Volví al mes, cuando los pelos de mi lengua tenían ya tres centímetros de largo. No solo era repugnante comer y beber con ellos, sino que ya me costaba hablar con claridad, las “eses”, “erres”, “enes”, “g” y “d”, me resbalaban o se perdían en un zumbido peludo. El mal aliento era constante debido a que los pelos y la saliva lograban una mezcla letal de pantano, de verdín y restos de comida. Lo peor era que yo a esa altura me había acostumbrado, pero no mi familia ni mi novia, que decidió alejarse por un tiempo hasta que yo resolviese mi problema. No la culpo a Irene por su decisión, el error fue mío al besarla en la boca sin decirle nada; casi se desmaya después de haber vomitado hasta el vacío; creo que todavía me odia. Irene, te pido perdón.
Los médicos habían decidido rasurarme la lengua y comenzar con el tratamiento hormonal. Fue un rotundo fracaso. Los pelos comenzaron a crecer con más rapidez y fuerza. A los cinco días tenía una bola de pelos en mi boca que no me dejaba hablar, frecuentemente me atragantaba con un mechón que caía por mi garganta; un día casi me muero atragantado por un exceso de tos y pelos. Mi vieja comenzó a rasurarme la lengua todos los días para que pudiera comer, pese a la insistencia de los médicos que ya querían internarme y llevarme no sé a que simposio. Me negué a seguir con el tratamiento que parecía empeorar el cuadro, pero empecé a preocuparme al ver que ni bien me rasuraban la lengua los pelos ya estaban ahí creciendo a una velocidad descomunal. Pensé en cortarme la lengua, pero temí que los pelos comenzaran a crecer por otros lados… quien sabe, podrían empezar a crecerme pelos en los ojos, lo que me impediría cerrar los párpados y luego ver, y lo peor de todo sería que no podría rasurarme los ojos sin lastimarlos, corriendo el riesgo de quedarme ciego. También podrían salirme pelos en las manos al punto de impedirme agarrar cosas, o en los oídos hasta dejarme sordo o hacerme estallar la cabeza por dentro debido a la presión que haría la bola de pelos… estaba condenado a la incertidumbre de no saber hasta cuando tendría que vivir con pelos en la lengua, que ya a esta altura me salían por la boca en una asqueroso mechón húmedo y maloliente.
El día en que la idea del suicidio rondaba por mi cabeza como última alternativa, ocurrió lo que yo hubiese sido incapaz de pensar. Mamá y Carolina discutían en la cocina a los gritos, los insultos y los golpes bajos se dejaban oir sin pudor, mis nervios comenzaban a desatarse peligrosamente, no me podía concentrar, no podía resolver si matarme con un arma o colgarme o cortarme las venas (ahogado jamás… tampoco el fuego o el tren). Entré furiosos a la cocina con el revolver del abuelo, dispuesto a matarla a las dos y después cortarme la lengua (a ver qué pasaba, no me iba a matar así porque sí), cuando escuché la última frase que pronunciara mamá antes del silencio cortante: “…te digo lo que siento porque yo no tengo pelos en la lengua querida…”. Fue más que suficiente para que mi mente quedara en blanco, para que el arma cayera al piso, para que se iluminara desde la nada la solución, la respuesta, la dicha, la felicidad. Un instante fuera del tiempo, en donde Carolina empezó a reír al ver el mechón de pelos saliendo de mi boca como una cola de caballo, una situación absurda y cómica prendida a las últimas palabras, que seguían rebotando en mi cabeza junto a las carcajadas que ya rozaban la insolencia. Carolina lloraba de la risa y mamá se las tragaba por respeto. Como pude les empecé a cantar las cuarenta a las dos, entre zumbidos peludos descargué el odio guardado por tantos años, los reproches miserables que se pudrían dentro, escupí sus máscaras hipócritas y las mías también, y confesé las ganas terribles de matarlas y cortarme la lengua… cuando salí de la cocina las carcajadas seguían rebotando por toda la casa, pero ya no me afectaban, me había sacado un gran peso de encima, me había liberado y ahora estaba dispuesto a ir hasta el final, era mi cura, el único camino.
Estaba tan extasiado por esta liberación que hasta en la calle le decía a las personas lo que pensaba de ellas, SIN PELOS EN LA LENGUA; horrorizados me miraban, se persignaban, huían. En la oficina me sacaron a patadas mis propios jefes, les dije lo que en cinco años no me atrví a decir, mientras me arrastraban por el pasillo les gritaba a Victor, a Marcelo, a Laura, a todos los que me miraban anonadados cómo me arrastraban hacia la salida, cómo los odiaba, lo tanto que los aborrecía, lo mucho que me gustaría verlos en la miseria, aplastados por la desgracia, la adrenalina y la situación misma me excitaba cada vez más. Visité a los pocos amigos que tengo (o mejor dicho que tenía) y les vomité con detalles todo lo que me había guardado y más. Cuando llegué a la casa de Irene, ya se me habían caído casi todos los pelos de la lengua, lloré de felicidad y de tristeza cuando escuchó las confesiones crueles y ruines que le hice. Eso sí, tuve la delicadeza de pedirle disculpas por el incidente del beso peludo. Igualmente me mandó a cagar.
No me volvieron a salir más pelos en la lengua. Tampoco puedo hacer amigos ni conseguir trabajo. En cuanto digo lo que pienso se me cierran todas las puertas. Nunca pensé que vivir sin pelos en la lengua iba a resultar más difícil que tenerlos. Me quedé sin familia, sin amigos, sin trabajo, cualquier desconocido se enoja conmigo en cuanto le digo algo. Quizás me tome demasiado enserio esto, al punto de convertirme en un cínico, un indeseable. Pero hay algunos locos por ahí que me escuchan y se ríen, (la verdad, sobre todo de sí mismos, les da gracia, les divierte la caricatura) que me dan la razón y me dicen que el mundo todavía no está preparado para una persona como yo. Esas son las únicas personas que de vez en cuando me tiran un cobre para que pueda comer algo, que me dan alguna pilcha vieja o una viandita con lo que sobró de anoche. Me gusta estar con ellos porque me convidan cigarrillos y me escuchan y se ríen y me dicen que sí, que es verdad, mientras me dan unas palmaditas en la espalda y me invitan a seguir mi camino para que no los moleste más; ya lo sé que es así, y se los digo, y se los digo siempre que paso, porque si hay algo que no tengo son pelos en la lengua, cualquier cosa menos pelos en la lengua.

En el Corso Peronista

Hugo Moyeja

Por Hugo Moyeja
Periodista Barra Brava



"Con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes".
Juan Domingo Perón


                                                Ni bien bajé del subte en la estación Independencia sentí los bombos, desde el mismo sótano de la ciudad se escuchaba el rebatir. A medida que la escalera mecánica me asomaba al exterior, el bullicio aumentaba en un día soleado y caluroso, atípico para fines de junio; era como se suele decir, un día peronista. La 9 de Julio estaba colmada de gente, banderas, micros, ambulancias y motos. Las columnas de trabajadores se agrupaban por sectores de acuerdo a las delegaciones y se preparaban para marchar hacia la plaza. Todo en la Argentina obedece a ciertos rituales, y los ritos sindicales tienen esa extraña mezcla que se ve en el futbol, en las murgas y la kermese. Como buenos barras bravas agitan banderas y despliegan los gigantescos trapos, en donde se lee el nombre de la agrupación y el delegado. Cada agrupación va acompañada por una orquesta de bombos, redoblantes, silbatos, y cantitos de cancha tipo “olé olé olé, olé olé olé olá…”. La entrada a la plaza es muy importante, y todo está organizado. Las distintas delegaciones esperan en la 9 de Julio a que les den la orden para movilizarse. Algunas lo hacen por las diagonales, otras por la mismísima Avenida de Mayo. Como los Borrachos del Tablón o la 12, entran agitando las banderas en medio del estrépito de la murga y los cantos, apareciendo de entre las nubes de humo del chori y el paty, poseídos por el corso peronista, las bombas de estruendo y las bengalas.
Cuando parece que la plaza está llena, siguen llegando delegaciones. La marcha peronista se mezcla con la voz del locutor del acto, muy parecida a la del único orador del día, que insiste en los términos pacíficos de la movilización y el reclamo, y aprovecha para intercalar frases de Perón y de Evita. Se ve mucha gente contenta, como si estuviese en una fiesta, charlan, se ríen, se pasan bebidas y se hacen bromas. También vi muchos curiosos y turistas que sacan fotos. Se están divirtiendo, están disfrutando ese espléndido día peronista. Cierto es que cuando habla el orador casi nadie lo escucha, porque no van por él.
Ninguno de ellos representa al pueblo ni a los trabajadores. Tanto políticos como sindicalistas son millonarios, empresarios y están encadenados a intereses que nada tienen que ver con lo nacional y popular. Ojo que los profetas o mesías tarde o temprano mueren en la cruz para convertirse en mártires. Y ya sabemos que el dogma político vive de la fe y las esperanzas de los tontos. 
Es el resultado del cruce de generaciones políticas y gremiales, es la marcha peronista junto a las murgas y el barandazo a porro, todo mezclado en un realismo mágico a lo Gabriel García Marquez. Excrecencia de un país que es más la expresión de una obra de Ionesco, pero que sobrepasa lo absurdo para hundirse en lo patético, en las formas grotescas de procesos políticos movilizados por el odio y los viejos revanchismos. Una conquista épica que de pronto se convierte en pesadilla, una pesadilla que se repite una y otra vez como si fuese parte de un guión gastado, corregido según las circunstancias y las épocas. Las mezquindades y las ambiciones desmedidas que impiden proyectos colectivos y objetivos grandiosos. La mirada pequeña, el jibarismo de políticos lactantes y la mediocridad de dirigentes sindicales que piensan y actúan como señores feudales. Divididos por mentiras del pasado y egoísmos de moda, el país no sale del fango abstracto de relatos épicos que nada tienen que ver con nuestra realidad. Pero allí es donde se revuelcan los cerdos, en la promiscuidad política de izquierdas y derechas que abusan de las ideologías, pero que en definitiva abrazan el poder y el dinero, que no tienen ideologías ni religión.

Cuando me estaba yendo por diagonal norte, todavía llegaban delegaciones y agrupaciones. El olor del chori ya era parte de la naturaleza del lugar, y el sonido de los bombos se apagaba en el eco que devolvían los edificios. Me pregunté si no había sido testigo de una escena mil veces repetidas, mientras la marcha peronista se hacía oír todavía desde los parlantes de un micro. Así me fui, con el sabor amargo de estar atrapado en un viejo libro de historia. 


***


Escuchá el audio con testimonios de dirigentes sindicales y populares, reproducido al aire por RADIO ATÓMIKA, en PAGA DIOS, el viernes 29/07/2012.


MEDIA DOCENA
CONTENIDOS

24 de Marzo, Día de la Desmemoria

Por Justo Laposta
Filosofista y Opinólogo


“Nunca arruines tu presente por un pasado que no tiene futuro.”
Dalai Lama
"La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad"
Epicteto
Se me ocurrió la insolencia de pensar que el agregado de un día feriado en nuestro calendario con motivo de la memoria, no es otra cosa que marcar el hecho de que somos unos desmemoriados, y también que nos gustan los feriados para hacer cualquier cosa menos pensar, reflexionar, o cualquiera de esos verbos molestos que tanto incomodan a los que decretan feriados. El 24 de marzo, “Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia” no es otra cosa que la desmemoria consumada clavada a un almanaque. El día de la memoria es para los desmemoriados, es para los que no quieren recordar, es un nuevo atentado contra la historia, otro golpe de Estado a una pobre nación testimonial.
Y si hablamos de memoria por qué no recordamos mejor el 9 de diciembre de 1985, el día que se hizo justicia, dando sentencia a las juntas militares. ¿No fue ese el día de la Verdad y la Justicia? ¿Por qué recordar el día que el enemigo nos dio el terrible golpe? ¿Por qué no recordar el día en que la “justicia democrática” golpeó fuerte al enemigo, y que constituyó un hecho sin precedentes en América Latina? ¿Por qué la memoria tiene que estar manchada de sangre? Recordamos a los enemigos de la humanidad con todos los ingredientes del morbo bien documentado, una buena lección para esclavos sodomizados que osaron soñar con revoluciones políticas y sociales. No vaya a ser que la memoria nos recuerde que un día se hizo justicia. Al fin y al cabo le hicieron feriado a la memoria.
Cabe recordar, si es que de memoria hablamos, que el 28 de diciembre de 1990, día de los Santos Inocentes, Carlos Menem firmó los indultos que dejaban en libertad a todos los militares y montoneros condenados, y daba por finalizados los juicios contra Guillermo Suárez Mason y José Alfredo Martinez de Oz. La furia de un pueblo doblemente herido y engañado no se hizo esperar. Como corresponde a una turba iracunda de esclavos sodomizados, solo hubo una marcha de repudio encabezada por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. La verdadera furia vino mucho después, a fines de 2001, cuando los bancos le robaron a la clase media sus ahorros en dólares. En este caso voltearon a un ministro de economía y un presidente a los cacerolazos, con disturbios, grandes movilizaciones, muertos y todo. Moraleja...
Llamado de atención a la memoria de los argentinos: Carlos Saúl Menem fue reelegido como senador de la nación por la Rioja en las últimas elecciones de 2011, pese a haber hecho uno de los actos criminales más grandes de nuestra historia democrática, indultar genocidas condenados por la justicia civil; y no está preso, ni fue juzgado por ello. Y esto no se considera un crimen de lesa humanidad. Moraleja…
Otro hecho que llama la atención y no es parte de la memoria, es que en junio de 2005 la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y de Punto final, declarándolas inconstitucionales, pero jamás vimos a los responsables de esas leyes ni a los jueces de la Suprema Corte comparecer en el banquillo de los acusados por tal ignominioso hecho. Otra vez los militares al banquillo, juicio y castigo. Otra vez nos tragamos una dictadura sin cómplices, sin ayudantes, sin ideólogos. Nada de ministros, jueces, periodistas, empresarios, políticos, embajadores, etc. Imágenes grabadas a fuego: botas, ametralladoras, el bigote de Videla, centros de detención, Comunicado Nº 1… Pero en nuestra memoria no hay civiles, no hay políticos, no hay ministros, solo hay milicos genocidas.
Y llegamos al boom del cinismo total, de la memoria mentirosa. Los grandes restauradores de los Derechos Humanos en la Argentina: Nestor Kirchner y Cristina Fernández, un matrimonio de abogados que en la época de la dictadura amasaron su fortuna gracias a la circular 1050 creada por Martinez de Oz para favorecer la usura financiera y dejar en la ruina a millones de argentinos. Como abogados jamás presentaron un Habeas Corpus a favor de detenidos. En 15 años de gobernación ininterrumpida en Santa Cruz, Nestor Kirchner jamás hizo un acto el 24 de marzo, ni promovió políticas de derechos humanos. Le agarró el ataque ni bien asumió como presidente. Cabe recordar las palabras de Julio César Strassera, quien fue el fiscal en el juicio a las juntas, a propósito de la política de derechos humanos llevada adelante por los Kirchner. A fines de 2008 acusó al gobierno nacional de no querer acelerar las causas por delitos de lesa humanidad. "Estas causas son muy complicadas. Pero el Poder Ejecutivo no las quiere tratar porque le conviene prolongarlas ya que las quieren usar como bandera de los derechos humanos, de la que se ha adueñado". En esa ocasión también afirmó: [...]"si las elecciones de 1983 las hubiera ganado este oficialismo, no hubiera habido ningún juicio contra los militares".
Hasta Hebe de Bonafini nos quiso convencer con que “este es el país que soñaban nuestros hijos, un país de igualdad, libertad y justicia”. Parece que los desaparecidos fueron los mártires de la democracia, y que sus ideales políticos y sociales eran los mismos que el del modelo kirchnerista. Esto nos demuestra que poco conocían a sus hijos estas señoras, que subastaron la memoria de los muertos para que encaje de maravillas en este nuevo relato épico hecho para una democracia de esclavos. Los milicos fueron el brazo armado de un poder mucho más grande que necesitaba deshacerse de mucha gente con conciencia política, para construir un modelo de país a la medida del poder financiero internacional y las grandes corporaciones. Lo que se quiere olvidar, es que las generaciones muertas estaban capacitadas y comprometidas para llevar adelante un proyecto político superador, que antes de luchar contra la dictadura lucharon contra esta democracia de cuarta, hecha para unos pocos. Nos quieren borrar de la memoria que cuando la fuerza de la justicia no alcanzó se hizo necesaria la justicia de la fuerza. Por eso hoy quieren un pueblo manso, pacífico, que haga marchas del silencio o festeje un día de la memoria y la justicia que no incluya nuestros derechos de hoy.
Tengamos mucho cuidado con esto, no nos dejemos desmemoriar con respecto a los derechos humanos. Cada vez que aparece esta palabra pensamos en los desaparecidos. Hay una apropiación de sentido usada políticamente. Parece que solo nos ocupamos de los derechos violados hace 36 años. Todas las energías y recursos puestos ahí. Y nos olvidamos de las violaciones del presente, de los grandes delincuentes contemporáneos, de la dictadura democrática que sigue los senderos de la dictadura militar, de la miseria indigente en un país que produce alimentos para 300 millones de personas, de la falta de vivienda en un país en donde lo que sobra son tierras, de la falta de oportunidades en un país lleno de recursos, de la ausencia de futuro en un país lleno de promesas.
Como ejemplo, Declaración Universal de los Derechos Humanos, Artículo 25:
1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.
Artículo 26:
1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
Nos olvidamos, somos desmemoriados los argentinos, por eso siempre nos vuelven a contar las cosas. Por eso ponen un día de la memoria, que nos ayuda a olvidarnos a nosotros mismos para llorar nuestros muertos. Un pasado bien presente, un presente que acusa al pasado de todos los males, con muchos testigos pero pocos condenados. Un futuro que se repite en promesas, un presente despojado de realidad. Un día de la memoria, solo un día. El resto se pierde en el olvido. Alguien en algún momento nos contará qué pasó.
***
También podés leer:

La muralla de la Demagogia

Por Justo Laposta
Filosofista - Opinólogo

Contemporáneo de las guerras de Aníbal, Shih Huang Ti, rey de Tsin, redujo a su poder los Seis Reinos y borró el sistema feudal: erigió la muralla, porque las murallas eran defensas; quemó los libros, porque la oposición los invocaba para alabar a los antiguos emperadores.
Quemar libros y erigir fortificaciones es tarea común de los príncipes; lo único singular en Shih Huang Ti fue la escala en que obró. Así lo dejan entender algunos sinólogos, pero yo siento que los hechos que he referido son algo más que una exageración o una hipérbole de disposiciones triviales.
Cercar un huerto o un jardín es común; no, cercar un imperio.
Tampoco es baladí pretender que la más tradicional de las razas renuncie a la memoria de su pasado, mítico o verdadero. 
Tres mil años de cronología tenían los chinos (y en esos años, 
el Emperador Amarillo y Chuang Tzu y Confucio y Lao Tzu), 
cuando Shih Huang Ti ordenó que la historia comenzara con él.
Borges – La muralla y los libros


El pecado capital de todo político es querer que la historia comience con él. Ya está en desuso eso de quemar libros y herejes. Hoy es mucho más efectivo la infinita repetición de un nuevo “revisionismo histórico” a medida, que vuelva a reescribir los libros; y la descalificación de los opositores y voces críticas, para anularlos en el panteón de los cipayos y vendepatrias.
La Argentina no tiene 5000 años de historia como los chinos, pero algunos personajes de nuestra historieta han querido quedar en los libros como grandes emperadores. El ejemplo emblemático fue Perón, quien fundó el Partido Justicialista y una nueva dinastía política que dejó profundas huellas en la historia nacional. Luego lo tenemos a Menem, la antítesis de Perón, el hijo bastardo de la derecha peronista, que quiso quedar en la historia desandando el camino hecho por el general. Y en las últimas hojas de nuestro libro aparece el matrimonio Kirchner, quienes se proclamaron hijos legítimos de la izquierda peronista, y por eso mismo se propusieron como Shih Huang Ti, quemar todos los libros (o reescribirlos como en “1984” de George Orwell) y construir una gran muralla para que la historia comience con ellos.

Sin embargo ningún peronista quiere que la historia empiece con ellos, para eso ya está el viejo testamento con su propio Moisés y la tierra prometida, es decir, Perón y la justicia social. En realidad, lo que quieren los “Neoperonistas” es que el nuevo testamento comience con ellos, ser el mesías, el cordero de Dios, que trae la buena nueva para la salvación de los pecados pasados. Para eso la historia ha sacrificado muchos inocentes, mientras los viejos profetas juraban la venganza en manos del Salvador: -Él volverá a traer la justicia para que las almas de los mártires puedan por fin descansar en paz!
No es muy difícil reescribir la historia política a través del simbolismo teológico para darla a todas aquellas almas sufrientes, a todos aquellos sedientos de justicia, para que se conviertan en nuevos fanáticos que aplauden y vitorean en medio del apocalipsis. Los evangelistas del nuevo testamento saben muy bien que no hay cuerpo resucitado, sino un cadáver descompuesto que hay que disimular bajo las santas túnicas de una retórica que hipnotiza hasta los espíritus más inteligentes. Ya no alcanzaba solo con multiplicar el pan y el vino en las choriziadas de Plaza de Mayo, había que refinar la mentira para los de panza llena y cerebro bien peinado. Había que tocar hondo en su corazón, apelar a décadas de indignación y sueños frustrados, a deseos de venganza, a revanchismos partidarios, y por fin, a la reivindicación de una Argentina en serio.
Por eso construyeron una gran muralla como nunca antes la política argentina había hecho. Esta muralla no está hecha de piedras, ni de libros, ni de dinero. Está hecha sobre discursos, sobre huecos ladrillos de palabras, que rodean su fortaleza y la hacen inmune a la realidad. Estos discursos sacados del mejor manual de Arturo Jauretche, los vistieron de un progresismo implacable, de un antiimperialismo intransigente y sobre todo, de los grandes restauradores de los derechos humanos. 

Pero sin embargo, formalmente, estructuralmente, económicamente, financieramente, nuestro país sigue los mismos senderos inaugurados por la última dictadura militar. 

Por eso debiéramos hacer como Shih Huang Ti, quemar todos los libros y derribar la muralla, para que la historia, de una vez por todas, comience con nosotros.