Saqueo y despojo

Por Nietzsche Guevara
Revolucionario Bohemio


Se sigue asistiendo como espectador inútil al saqueo insistente y continuado de cuanta riqueza o inteligencia crezca en este bendito país. El despojo espiritual de un pueblo hecho a los golpes, educado a cucharadas de mentiras, acostumbrado a la multiplicación de la miseria, amansado por el miedo y los medios, ha llevado a la decrepitud social de las facciones hipnotizadas por la cantinela de ideologías lactantes.
El chandala de turno levanta la bandera nacional y popular  mientras los buitres se devoran todo y los vampiros chupan sangre al son de la marcha peronista. Con los dedos en V cantan la victoria del extranjero con lágrimas en los ojos y discursos de mal aliento. Acusan al pasado de los males presentes y señalan a los verdugos de la patria, mientras que con mímica de sepultureros entierran el futuro con los excrementos de su codicia y clavan la cruz de la traición en los manifiestos de cualquier política.
Los gurúes de la economía lanzan sus gualichos de magia negra para cuidar con recelo el libre mercado de las sectas y las logias de elite. Sus fórmulas mágicas son ininteligibles y obtrusas, para que nadie sea capaz de descifrar lo que está a simple vista. Así, el ejército de magos y ministros trabajan con esfuerzo y dedicación para el desarrollo y crecimiento de las economías foráneas, que aplauden y llenan de elogios a los países civilizados y democráticos que hacen sacrificios humanos en los altares de la pobreza, para que los dioses romanos sigan vomitando en sus vasijas de oro los excesos de banquetes y orgías.
También están los opositores que luchan contra el mal sirviéndose de retóricas vacías y armas de juguete. Tratando de agradar y de servir al mismo amo, juegan a bajarse los pantalones y a agacharse lo más posible para que todo quede servido al menor precio. Muchas veces se arrastran y se retuercen como gusanos en el intento de comer del cadáver pútrido de la patria antes que solo queden los huesos. Denuncian la corrupción y se rasgan las vestiduras al ver avasallado el estado de derecho, mientras financian prostíbulos, lavan dinero o defienden en sus bancas a las multinacionales y monopolios que expolian la Nación, desfalcan al Estado y explotan sin escrúpulos a los esclavos del sistema feudal argentino.
Pero que nadie se asuste, la mediocracia presenta los sucesos políticos en formato de telenovela, para atenuar lo grotesco y trágico de sus avatares. Están los buenos y los malos, los héroes y los villanos, las bellas y las bestias. Pero detrás de toda esta representación solo hay actores y actrices, que cuando se apagan las cámaras van a comer juntos y se acuestan en la misma cama. Leen el mismo libreto, escuchan las órdenes del director, y están dispuestos a dar lo mejor de sí mismos para que la mentira del arte dramático salga bien. Quieren dar un buen espectáculo, no importa si les tocó el papel de buenos o de malos. Hoy son héroes, mañana pueden ser villanos. Lo importante es estar en el elenco, porque las cámaras no están prendidas para cualquiera, ni el micrófono está enchufado para que alguien ande diciendo lo que se le ocurra. Acá no hay lugar para la improvisación o la libertad. Hay un libreto y hay un director. Para los osados y los gritones está el silencio de la tribuna vacía o el teatro baldío del desprestigio. Ser o no ser. Es la nueva ontología mediática que dicta qué cosas existen y cuales no, qué cosas pasan, qué valores tienen. Esta nueva teología es la que le rinde culto a la traición, a la intolerancia, al miedo, a la ignorancia, a la frivolidad, a la mentira, a la codicia, a la indiferencia, al odio, y otras tantas tradiciones bíblicas. Y sino está la inquisición de los “mandarines, que cuidan por vos las puertas del nuevo cielo”. 
Por eso viene impuesta desde el calendario una cultura necrológica, que festeja la muerte de sus héroes y libertadores. Que queden ahí bien enterrados los ideales de libertad y soberanía, que sean palabras muertas en boca de fantasmas lejanos, casi irreales, de figuritas de Billiken o estatuas de yeso. Así quedan, como ideales abstractos de una utopía poco creíble. Así vendió la historia Mitre, así la quieren los diarios y los cómplices que alquilan el poder, para continuar el saqueo de cualquier posibilidad material y el despojo de la poca dignidad que aún queda en pie.