Escribidor
La fuente de los deseos
Escribidor
Nietzsche Guevara - Revolucionario Bohemio
Jibarismo a lo Grondona
Ayer escuché la guarangada más grande, de boca de un dinosaurio nefasto como Mariano Grondona. En el cierre de su programa, en el marco de una reflexión tísica y discapacitada, haciendo gala crítica y felicitando a su querido diario
Este alfeñique del periodismo, que junto a Bernardo Neustadt ha formado el nazi-onalismo reaccionario argentino, nos quiere dejar una hermosa moraleja en estas reflexiones enchapadas en hojalata: Que nadie se meta con las “instituciones” que más daño le han hecho al país y a la humanidad. Tienen sobre sí la experiencia que da el tiempo como para que dos seres efímeros como los Kirchner les haga daño o les dé muerte.
Cierto que grupos como Clarín o
Pero este traficante de ideas de mala calidad, se olvida de apuntar que los Kirchner son parte de este conglomerado de traidores malolientes, que sus discursos revolucionarios y sus envestidas contra los grandes grupos oligopólicos, son dramatizaciones baratas dignas de ser analizadas en el programa de Jorge Rial.
Y como broche de oro, antes de despedirse, nos deja una esperanza de brillantina importada diciendo: “ya seremos un país como Chile, o como Brasil”. Que no se le vaya a ocurrir decir que seamos un país verdaderamente argentino.
Que cipayo estúpido.
Nietzsche Guevara - Revolucionario Bohemio
¿Tanto cuesta entender que siempre existió la homosexualidad? Nada más natural que la inclinación homosexual. No podemos seguir tolerando estas actitudes conservadoras y reaccionarias enquistadas en la política, alucinada todavía por el falo de dios padre. Justamente la institución más retorcida y promiscua se horroriza ante la idea de la unión de dos personas del mismo sexo poniendo los ojos en blanco y repitiendo que eso no es natural. Evidentemente es la institución más amenazada por el avance del matrimonio homosexual, muchos abandonarían la clandestinidad del celibato…
El oportunismo político, en cambio, apoya a los homosexuales con discursos jurídicos que empalaga de buenas intenciones. El derecho y la igualdad. Otra vez el jibarismo teórico del sentido común: la nivelación, el ser humano standard. Todos somos iguales, todos debemos tener las mismas oportunidades. ¿Y que hacemos con las diferencias sexuales? ¿Y con las coincidencias sexuales? ¿Y con los oportunos cuando no hay oportunidades para todos?
Parece que cuando no hay ganas de pensar, de tener en cuenta las diferencias, que es lo que nos permite pensar, entonces se recurre a la abstracción niveladora; todo es lo mismo, entonces todos tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones. Esa vagancia intelectual y falta de respeto a la inteligencia, convierte un importante desafío político, social y humano, en una polémica de bar de hace cincuenta años.
Todavía nos quieren convencer de que somos un país católico apostólico romano. Que la iglesia influye en la política porque el pueblo es religioso y necesita de su cuidado. Esta mafia de dios no quiere saber nada con aflojar los clavos de la cruz. El dogma debe seguir bien clavado en los cerebros fritos y las voluntades tísicas, postrados ante el poder del falo divino. Estos sepulcros blanqueados que determinan qué es lo natural y lo antinatural, son la expresión y la evidencia más lamentable de nuestra historia. El lobo disfrazado de cordero. Son los grandes envenenadores del alma. Ya no tienen máscaras que ponerse que la del abusador de cualquier índole. Y sentados en el falo de dios acusan con su dedo a los que se ríen del todopoderoso. Cuanta concupiscencia con lo peor del poder. ¡Y todavía se los sigue escuchando!
Igualdad para todos, repite la tilinguería. ¿Pero qué pasa cuando se pide igualdad para algo que no es lo mismo? ¿Por qué borrar las diferencias? Algo se esconde detrás de ese discurso gris del humanismo, ese monologuismo hermafrodita que no se ajusta a ninguna realidad sino que intenta encorsetar a la realidad en teoría de un solo talle. El humanismo nunca solucionó nada, más bien atenta contra las oportunidades políticas de cada región, al deformar la condición humana con derechos universales que se fundan en la esencia eterna e inalienable del ser humano, alterando la realidad social, destruyendo las diferencias entre los hombres, los pueblos, y sus medios de subsistencia, para crear las condiciones necesarias de una globalización de autómatas standard.
Las diferencias existen, y hay que respetarlas. Para respetarlas hay que pensar esas diferencias, y legislar consecuentemente. No es lo mismo un matrimonio entre hombre y mujer que entre dos hombres o dos mujeres. Que nadie nos engañe en este punto. No es ni bueno ni malo. Es distinto. Cuando se dice: “Hay que respetar las diferencias”, y se nivela con las mismas leyes y derechos, entonces no se respetan las diferencias, no se tiene en cuenta al otro, no se piensa, no les importa. El CHA tendría que tener muy presente estas cuestiones porque son fundamentales. Hay una sensibilidad muy rara con respecto a las diferencias porque en seguida se tacha de discriminatorio. Ojo con el alucinógeno conceptual, no pensar en las diferencias es discriminar, es no tener en cuenta lo esencial y meter todo en la misma bolsa y por el mismo precio. La sociedad argentina en particular tiene una gran deuda con este tema, pero tiene que ser pensado y bien planteado, no estamos hablando de cualquier cosa, estamos hablando de personas que van a formar una familia, que van a poder adoptar hijos, que van a poder heredar, que van a tener beneficios sociales. Esto es lo que está implicado en todo este asunto y de lo que nadie habla. Este es el punto central de la cuestión, no si está bien este tipo de unión, si es natural o no, si es una enfermedado una desviación, si atenta contra la institución de la familia como manifiesta la iglesia. Esas polémicas dejémoselas a las viejas del barrio o a los curas histéricos que temen por eso reprimido que los tensiona.
Acá hay una cuestión política que tiene costos sociales, y también políticos. Nadie se quiere llevar mal con la iglesia. Ya se sabe que sienten debilidad por los golpes de estado y la mano dura. Se está librando una batalla. Es una buena oportunidad para meterle una patada en el culo a esta ignominia religiosa que nunca en toda su historia hizo nada bueno por la humanidad.
Nietzsche Guevara - Revolucionario Bohemio
Lobo dónde estás
Mi tolerancia ya se arrastra por el piso, como una sombra. Me da miedo. Los argentinos estamos crispados. Llenos de un odio intestino alimentado y asistido por los profetas del odio. Estamos a pasos de una guerra que va a ganar el enemigo sin tirar un solo tiro. ¿Quién es el enemigo? Tengo miedo. ¿De quién? Miedo a la inseguridad. Pero no es ese miedo barato de que me roben, ese miedo egoísta, acrítico e insensible. No le tengo miedo a los pobres o a los que portan el estigma del estereotipo de ladrón, porque ellos jamás le hicieron mal al país, y cuando hacen algún mal no adquieren las consecuencias devastadoras de una política neoliberal o un decreto de necesidad y urgencia. No le tengo miedo a un enemigo inventado por los medios de comunicación y los grandes grupos de poder para distraer al pueblo en las menudencias cotidianas.
Le tengo miedo a esas marchas del odio pidiendo seguridad, mano dura, más policía, más represión, pena de muerte, imputabilidad a cualquier edad, y otras sandeces del medio pelo argentino. Tengo miedo que un día me maten y hagan una marcha en mi nombre pidiendo justicia y seguridad, para justificar la necesidad de una política falaz y reaccionaria. Que nadie jamás use mi nombre en vano ni manche mi memoria con un proselitismo tan absurdo y contrario a lo que yo pienso y siento. Esa es la triste pasión que hoy me mueve a escribir: ese miedo a la inseguridad tan contrapuesto a ese otro miedo a la inseguridad. Miedo consciente, que es más una risa burlona.
Nos quieren convencer que la inseguridad es el gran problema de nuestro país. ¿Por qué nadie hace marchas contra el hambre o la desnutrición? Nadie le tiene miedo a los políticos inescrupulosos, o a esas caras conocidas que vuelven a la política una y otra vez para vaciar el país. ¿Por qué pensamos que la impunidad es algo exclusivo de políticos y empresarios? Tampoco hay campañas masivas por leyes que impidan el robo sinvergüenza que significan los márgenes de ganancia de las empresas privadas o las astronómicas tasas de interés de los bancos, que nunca pierden nada en las grandes crisis. ¿Por qué tanta hipocresía disfrazada de sensibilidad social?
Somos como esos esclavos que piden cadenas más pesadas y candados más seguros. Mejor que el amo nos tenga bien en raya antes que cualquier motín anárquico se desencadene, y vaya uno a saber en qué termina y qué intereses va a perjudicar. Es la sociedad televisada la que clama por más seguridad. Como dice el poeta argentino: “Reos de la propiedad / los esclavos políticos.” Que sabiduría tan simple y directa. ¿Son los pobres, los desamparados, los indigentes, los marginados, los millonarios, los políticos, los que piden seguridad? ¿O la clase media que tiene miedo a perder lo poco que tiene y que tiende siempre a tener más de lo que puede? Como se cae la máscara cuando se rasca un poquito su superficie, como queda al descubierto ese cosmético barato de buena reputación que se dan los que ganan honradamente todo lo que tienen. Oigan bien esto, jíbaros del sentido común: el trabajo no nos hace honrados ni dignos de nada. Huyamos de esos alucinógenos conceptuales. No hay nada más indigno que dejarse explotar y expoliar por capitales extranjeros, nada que rebaje más nuestro sentido del honor que dejarse llevar de las narices por los profetas del odio que vomitan sus mentiras y zonceras por radio y televisión.
El enemigo no tiene pistolas ni nos va a asaltar en la noche. Está agazapado en el anonimato. Y gana cuando el medio pelo argentino sale a defender, en detrimento suyo, los intereses de aquellos que solo cuidan sus altos márgenes de ganancia y un modelo de país agroexportador. Una interesante variante del síndrome de Estocolmo.
Cuando se pide más seguridad los políticos abren las cajas presupuestarias y legitiman el manejo de fondos de millones de dólares; se firman acuerdos comerciales, se pactan licitaciones, se compran tecnologías extranjeras, equipos logísticos, patrullas, helicópteros, armas, cámaras; nuevos juzgados, ministerios, secretarios; nuevas cárceles, menos escuelas, menos maestros, más ignorancia que cree saber; menos políticas de acción y más de reacción. Ya hemos vivido la época del gatillo fácil, sabemos de la connivencia de policías y ladrones, de zonas liberadas, de secuestros operados por bandas de comisarios, de periodistas muertos por sacar fotos comprometedoras o denunciar la traición a la patria. ¿Eso es seguro para nuestra seguridad? Es como que las ovejas le exijan al pastor que ponga al lobo a cuidar el rebaño. En fin, una estupidez total.
Ahora yo me pregunto: ¿La seguridad, se puede pedir?