“La guerra es la continuación de la televisión
por otros medios”.
Karl
von Clausewitz
Como estalla la moralina del Inadi y los
organismos contra la discriminación cuando alguien dice mogólico o trata de
travesti a un travesti. Pero que lejos está del límite de su tolerancia cuando
la mayoría de los programas de TV presentan y venden a las mujeres como
mercancías sexuales o nos quieren convencer que las pendejas putitas son
culpables de ser violadas. Me canso de escuchar los largos discursos sobre
violencia de género en los mismos medios que lo generan. Yo mismo me inclino a
pensar que esto no es violencia de género, sino más bien un género de
violencia, la que viene establecida desde los medios de comunicación, y que es
tomada como algo “dado” y no prefabricado.
Este género de violencia es contra lo marginal.
Porque no es lo mismo una putita vip que una putita de barrio; no es lo mismo
un travesti televisivo que un travesti de Ruta 8. Este género de violencia
marginal es instituido y legitimizado desde los medios de comunicación, que a
la vez que repudia esto, lo publicita de manera eficaz y masiva.
Los obsecuentes y aplaudidores de turno solo
reaccionan contra los medios “opositores” cuando estos operan contra el
gobierno. Pero el silencio que despliegan sobre este género de violencia es
cómplice. Nadie se ocupa de este delito que es un gran negocio en una fábrica
de veneno. Profanadores de tumbas y sepultureros de la alegría llenan de humo lacrimógeno
las pantallas, para encubrir un negocio más grande aun, que es el de la
prostitución de menores, ambos sexos, por donde pasan toda clase de magistrados
degenerados del poder. Sino pregúntenle al padre Grassi.
Este género de violencia marginal no
funcionaría sin la infernal maquinaria de repetición y la figura del estereotipo,
que es el molde seco del prejuicio y la opinión pública, que farandulea los
debates en un chusmerío de feria. Esclavos de la propiedad, que compran el
discurso represor y discriminatorio para aplacar sus miedos y justificar sus
odios vacíos.
Mientras tanto, la guerra de pobres contra
pobres es un éxito, y la burguesía junto a la clase política cuentan las
ganancias del sacrificio pascual, ocupándose de que la mentira y el miedo perpetúe
esa guerra y esas ganancias; por eso su impunidad y su inmunidad está
auspiciada por grandes marcas y pautas oficiales, que llena las cuentas
bancarias de estos terroristas mediáticos.
Ojalá algún día sean juzgados y castigados
estos hijos de mil putas delincuentes mediáticos, más peligrosos que los
motochorros y más peligrosos que los violadores de pendejas.
Así, el género de la violencia marginal
perdería su propia génesis.