Nietzsche Guevara - Revolucionario Bohemio

Lo importante de la diferencia. El matrimonio homosexual

La polémica del matrimonio gay explota justo cuando se está votando la reforma política. ¿Casualidad? Algo tan pueril a esta altura de la historia, una discusión tan superficial y vacía que siempre termina en el chiste fácil. Cuesta creer que se siga volando a tan baja altura para estas cosas. La tilinguería mediática, el fascismo humanista de la iglesia católica, el glamour frívolo de los voceros de los derechos humanos, todo eso con la tonalidad dramática del chisme mediático.

¿Tanto cuesta entender que siempre existió la homosexualidad? Nada más natural que la inclinación homosexual. No podemos seguir tolerando estas actitudes conservadoras y reaccionarias enquistadas en la política, alucinada todavía por el falo de dios padre. Justamente la institución más retorcida y promiscua se horroriza ante la idea de la unión de dos personas del mismo sexo poniendo los ojos en blanco y repitiendo que eso no es natural. Evidentemente es la institución más amenazada por el avance del matrimonio homosexual, muchos abandonarían la clandestinidad del celibato…

El oportunismo político, en cambio, apoya a los homosexuales con discursos jurídicos que empalaga de buenas intenciones. El derecho y la igualdad. Otra vez el jibarismo teórico del sentido común: la nivelación, el ser humano standard. Todos somos iguales, todos debemos tener las mismas oportunidades. ¿Y que hacemos con las diferencias sexuales? ¿Y con las coincidencias sexuales? ¿Y con los oportunos cuando no hay oportunidades para todos?

Parece que cuando no hay ganas de pensar, de tener en cuenta las diferencias, que es lo que nos permite pensar, entonces se recurre a la abstracción niveladora; todo es lo mismo, entonces todos tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones. Esa vagancia intelectual y falta de respeto a la inteligencia, convierte un importante desafío político, social y humano, en una polémica de bar de hace cincuenta años.

Todavía nos quieren convencer de que somos un país católico apostólico romano. Que la iglesia influye en la política porque el pueblo es religioso y necesita de su cuidado. Esta mafia de dios no quiere saber nada con aflojar los clavos de la cruz. El dogma debe seguir bien clavado en los cerebros fritos y las voluntades tísicas, postrados ante el poder del falo divino. Estos sepulcros blanqueados que determinan qué es lo natural y lo antinatural, son la expresión y la evidencia más lamentable de nuestra historia. El lobo disfrazado de cordero. Son los grandes envenenadores del alma. Ya no tienen máscaras que ponerse que la del abusador de cualquier índole. Y sentados en el falo de dios acusan con su dedo a los que se ríen del todopoderoso. Cuanta concupiscencia con lo peor del poder. ¡Y todavía se los sigue escuchando!

Igualdad para todos, repite la tilinguería. ¿Pero qué pasa cuando se pide igualdad para algo que no es lo mismo? ¿Por qué borrar las diferencias? Algo se esconde detrás de ese discurso gris del humanismo, ese monologuismo hermafrodita que no se ajusta a ninguna realidad sino que intenta encorsetar a la realidad en teoría de un solo talle. El humanismo nunca solucionó nada, más bien atenta contra las oportunidades políticas de cada región, al deformar la condición humana con derechos universales que se fundan en la esencia eterna e inalienable del ser humano, alterando la realidad social, destruyendo las diferencias entre los hombres, los pueblos, y sus medios de subsistencia, para crear las condiciones necesarias de una globalización de autómatas standard.

Las diferencias existen, y hay que respetarlas. Para respetarlas hay que pensar esas diferencias, y legislar consecuentemente. No es lo mismo un matrimonio entre hombre y mujer que entre dos hombres o dos mujeres. Que nadie nos engañe en este punto. No es ni bueno ni malo. Es distinto. Cuando se dice: “Hay que respetar las diferencias”, y se nivela con las mismas leyes y derechos, entonces no se respetan las diferencias, no se tiene en cuenta al otro, no se piensa, no les importa. El CHA tendría que tener muy presente estas cuestiones porque son fundamentales. Hay una sensibilidad muy rara con respecto a las diferencias porque en seguida se tacha de discriminatorio. Ojo con el alucinógeno conceptual, no pensar en las diferencias es discriminar, es no tener en cuenta lo esencial y meter todo en la misma bolsa y por el mismo precio. La sociedad argentina en particular tiene una gran deuda con este tema, pero tiene que ser pensado y bien planteado, no estamos hablando de cualquier cosa, estamos hablando de personas que van a formar una familia, que van a poder adoptar hijos, que van a poder heredar, que van a tener beneficios sociales. Esto es lo que está implicado en todo este asunto y de lo que nadie habla. Este es el punto central de la cuestión, no si está bien este tipo de unión, si es natural o no, si es una enfermedado una desviación, si atenta contra la institución de la familia como manifiesta la iglesia. Esas polémicas dejémoselas a las viejas del barrio o a los curas histéricos que temen por eso reprimido que los tensiona.

Acá hay una cuestión política que tiene costos sociales, y también políticos. Nadie se quiere llevar mal con la iglesia. Ya se sabe que sienten debilidad por los golpes de estado y la mano dura. Se está librando una batalla. Es una buena oportunidad para meterle una patada en el culo a esta ignominia religiosa que nunca en toda su historia hizo nada bueno por la humanidad.

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