Macedonio Meconio y el pensamiento intempestivo



El hombre desde tiempos inmemoriales ha querido saber quién es, pero por sobre todo qué es. No es una pregunta fácil de responder, porque la misma forma de la pregunta “¿Qué es esto?” nos pide una definición que sea esencial a la cosa. Buscar la esencia de la cosa es el intento de saber qué es lo que la hace ser lo que es. No una descripción, es decir, cómo es, sino una definición universal, el ser lo que es.
El hombre ha sido definido a lo largo de la historia del pensamiento como animal político, animal racional, homo sapiens sapiens, etc…
Pero hay una definición que rompe todos los paradigmas y categorizaciones tradicionales de nuestra cultura, una forma de ser atribuida a nuestra especie que a más de uno le daría escalofríos, pero que a nadie tendría que dejar indiferente. Es lo que llamo un pensamiento intempestivo, algo que sacude con fuerza y nos obliga a replantearnos cosas, a reflexionar con más profundidad, a plantear las cosas en perspectivas.
Esta definición dice mucho sobre lo que el hombre es hoy en día y qué tipo de relación mantiene con la naturaleza.
No sólo nos tiene que ayudar a pensar sino sobre todo a trascender esta especie de hombre moderno.
MATRIX, que es la película de la cual he extraído este fragmento es mucho más filosófica y científica que muchas filosofías y ciencias.

Seminario Superior sobre Retórica Política Internacional

No hay que saber inglés, ni entender de política o economía... La Verdad siempre estuvo ante los ojos de todos.

Nietzsche Guevara - Revolucionario Bohemio

La cuestión eludida

A 33 años del golpe de estado, todavía se insiste con la memoria, con no olvidar lo que sucedió para que no se vuelva a repetir. ¿Es suficiente con un excelente entrenamiento de la memoria para que algo no se vuelva a repetir? Y en tal caso ¿cuál será el contenido y el valor de esa memoria? ¿quienes narran la historia que debemos recordar, y cómo?
Hoy resuenan muchas cosas con respecto a ese oscuro y sangriento capítulo de la historia argentina. Se graban a fuego en nuestra cabeza cosas tales como: Militares asesinos, la triple A, Montoneros, guerrilleros, extremistas, comunistas, militantes, peronistas, desapariciones, torturas, guerra sucia, etc., etc. La polémica gira en torno a quienes eran los malos de la película, los militares que secuestraban y mataban, o los secuestrados, que mataban militares. Algo así se escucha de un lado y del otro. Aquellos justificando sus actos con una guerra necesaria contra un enemigo invisible, estos levantando la bandera de la lucha por la patria.
La historia nunca se termina de contar con toda la seriedad que merece, con toda la honestidad que hace falta, en donde la sociedad de aquel entonces hizo la vista gorda y se quedó festejando los goles de Kempes y Pasarella. Nadie se olvide que a Videla y Massera los recibieron con los brazos abiertos la gran mayoría del pueblo, incluso personajes de gran talla intelectual como Borges y Sábato. Tampoco descontextualicemos, con un peronismo senil, y una Isabel Martines de Oz, cualquier personaje era bienvenido. Pero cuando los cadáveres hieden y una gran parte de los que pasan por allí se tapan la nariz y siguen de largo, entonces hay algo de responsabilidad compartida, una actitud ética condenable.
La discusión es larga y llena de polémicas que no se pueden dirimir en un breve opúsculo como este. Mi intención es hacer hincapié en esta suerte de política de la memoria, pensar y reflexionar qué tipo de memoria está decretando la historia oficial, y qué tipo de memoria está quedando sepultada según mi punto de vista, como estrategia política para que el futuro vuelva a repetir el pasado cuando lo crea necesario.
Primer punto: los máximos responsables de estos crímenes son los militares de la junta militar y todos aquellos que participaron del plan de exterminio y limpieza ideológica.
Hoy en día no hay duda de que esto es así, pero si nos preguntamos por qué lo hicieron, podemos ir más lejos. Este plan sistemático no nació de la noche a la mañana, y según fuentes serias esto venía gestándose hacía más de un año antes del golpe. Pero ¿por qué? Pocos recuerdan hoy el Plan Condor, que nucleó a todos los máximos jerarcas militares de Latinoamérica para declararle la guerra a la amenaza comunista que se extendía rápidamente por las américas. El Pentágono y la CIA adiestrando en torturas y asesinatos a aquellos que en realidad nos tendrían que haber defendido de estos asesinos sin escrúpulos. El Canibalismo Financiero (léase si se quiere capitalismo financiero) de la mano de políticas neoliberales para países subdesarrollados (obvio), fueron el gran motor de este plan sistemático a gran escala que desencadenó el vergonzoso genocidio que tiñó de sangre a toda América (menos la del norte). Memoria sesgada, mutilada, desaparecida también. Somos víctimas de esta falta de memoria que no nos permite entender el encarnecido odio que llevó a los argentinos a matarse entre sí para que se los terminaran de devorar los de afuera.
Punto dos: con el tiempo se ha creado un estereotipo de los treinta mil desaparecidos, estos fueron montoneros, militantes peronistas, gremialistas o guerrilleros tira bombas. No puedo hablar de porcentajes porque lo ignoro, pero está claro que una gran parte de los desaparecidos no pertenecían a estos grupos, sino que eran personas verdaderamente capacitadas para sentar las bases de un verdadero cambio político en nuestro país. Y nada más peligroso para el canibalismo financiero que una revolución política en una colonia del tercer mundo. Nada más lejos de la verdad que pensar que las personas desaparecidas eran enemigos de los militares asesinos si tenemos en cuenta que esta fuerza de cambio nace en plena democracia, o mejor dicho, antes del golpe de estado. Nada me revuelve más el estómago que escuchar a aquellos que usan el nombre de los desaparecidos para defender la causa democrática, como si ellos hubieran sacrificado sus vidas por este sistema de gobierno. Eso es ensuciar la memoria, bastardearla, tergiversarla. Incluso las madres han salido a defender esta democracia de cuarta en nombre de sus hijos muertos, que en realidad estaban luchando por cambiar estas formas de la corrupción y la decadencia social, no de consolidarlas. No sólo creían posible una nueva política, sino que estaban profundamente comprometidos con llevarla a cabo, terminando con la política del clientelismo y la avaricia insensible. La historia oficial sigue haciendo fuerza para que quede grabado en la memoria social que los desaparecidos lucharon por la democracia, por este tipo de forma de gobierno. Memoria mentirosa, profanadora.
Tercero: el advenimiento de la democracia en el 83 parecía marcar una diferencia y una esperanza real. Juicio y castigo, conciencia tranquila, todos en paz. Hubo juicio y hubo castigo. También obediencia debida y punto final. Tiempo después los indultos y la impunidad absoluta. La justicia de la democracia, la dictadura disfrazada de libertad. El canibalismo financiero y el neoliberalismo siguen cambiando sus disfraces, y los bufones siguen haciéndole fiesta al Rey. Los nuevos desaparecidos ya no son víctimas de los paramilitares, sino de los ajustes, la desocupación, el hambre, la falta de salud, la deuda externa, los gatillo fácil, la ignorancia, el egoísmo, las medidas económicas, la lógica de mercado, la cotización del dólar, la mentira, la impunidad, la complicidad política, la privatización de lo que no se puede privatizar, etc., etc. Consecuencia directa de toda una generación de desaparecidos, aquellos que tenían un proyecto político nuevo y la capacidad y el compromiso de llevarlo a cabo. No podemos creer entonces que ellos murieron defendiendo la causa democrática, en todo caso tenían proyectos de un nuevo modelo político para un nuevo modelo de país y de sociedad. Memoria asfixiada, ahogada, reprimida.

Con esto quiero decir que somos víctimas de una sola memoria, que no nos deja ver más allá ni más acá. No podemos seguir pensando que las únicas víctimas de nuestra historia desaparecieron mientras la dictadura militar se apropió del gobierno. También están los desaparecidos de la democracia, generaciones enteras sumidas en la ignorancia, discapacitadas por el hambre, desplazadas por la falta de oportunidades, echadas a patadas por poseer inteligencia que ofende al poder, y políticamente inútiles por tener las esperanzas muertas y los horizontes cerrados.
¿Qué diferencia existe entre la dictadura militar y la democracia si las dos representan la impunidad, el asesinato, el neoliberalismo, la antropofagia? Por supuesto que hay que elegir lo menos malo. Pero ¿no estamos hartos ya de elegir entre lo malo? ¿Y lo mejor, siempre está por venir? ¿Y los San Martín? ¿Y los Che Guevara? ¿Por qué terminan exiliados, por qué hacen revoluciones en otras tierras?

¿Y la memoria? La memoria se construye, sobre todo la de las generaciones que no vivieron lo que hay que recordar. Pero qué futuro político podemos esperar si nuestra memoria está manchada con odios vacíos y mentiras que se repiten apelando a la memoria. Los genocidas están libres, pero todos aquellos que hicieron posible su libertad también, y de ellos nadie habla, nadie los quiere encerrar. Queremos ser libres a medias, queremos una justicia a medias, una memoria partida al medio.
Para que lo peor no se vuelva a repetir, primero hay que querer lo mejor, no simplemente desear que lo peor no se repita, deseo decadente, pensamiento negativo. Para querer lo mejor hay que tener o desarrollar un compromiso a ultranza, sin medias tintas. Una política nueva se construye con un pensamiento revolucionario, y este se hace con una revolución en las prácticas políticas. Las prácticas políticas son inclusivas y pluralistas, flexibles y dinámicas. La virtud de esta nueva política debe ser la economía del don (no del mercado), en donde todo se distribuye sin que se produzcan grandes acumulaciones, sin bancos ni sistemas financieros. Esa es la base de la justicia.
Aquí deben sentarse las bases de la memoria, precisamente en la cuestión eludida, en lo premeditadamente olvidado, en lo verdaderamente revolucionario del acontecimiento. La memoria, que es el pasado, tiene que alimentar y potenciar el presente para poder modificar el futuro, cortando así la rueda del eterno retorno de lo mismo (la decadencia). La memoria tiene que tener olor a revolución, a compromiso. Porque cuando la fuerza de la justicia no alcanzó, entonces la justicia de la fuerza se hizo necesaria, y los militantes de esa justicia sacrificaron todo por ella, porque era lo único que tenían; fueron consecuentes.
Eso es lo que se quiere olvidar, que cuando la fuerza de la justicia no alcanza, está la justicia de la fuerza, que es la acción de la política revolucionaria. Si se quiere rendir honor a los desaparecidos, y construir una memoria que rompa con la repetición, entonces hay que empezar por aquí.

Calostro de Lesbos y la Fenomenología del Plagio

Por que una pregunta tan estúpida como ¿hay cosas? Si el mundo está ahí, a nuestros pies, tan cerca como eso, ¿por qué, no alcanza? Acaso quieren más, ir más allá y caerse por el filo último del horizonte, al vacío eterno de la nada, al mundo detrás del mundo, una miradita por detrás del telón de las apariencias, un espectáculo puramente imaginario del fantasma que espía y cree haber llegado a la realidad misma, a la verdad íntima de los intestinos del mundo. Una mirada divina al ser puro de este mundo, el mayor éxtasis del asombro: “el mundo existe, y está detrás del mundo”, gritan con lagrimas en los ojos los brontosabios de la naturaleza – ahora resulta que hay dos mundos y no sabemos en cual quedarnos, el pliegue se hizo tan grande que quedamos aplastados en el medio, en ese no lugar que es el punto, ese entre que lo atraviesa todo por ningún lado, y entonces quedamos proyectados en dos dimensiones que nos reclaman y nos huyen siempre. Y entonces el mundo nombrado se aleja a toda velocidad para no poder ser dicho nunca, y así el fantasma es lo único que existe, y así se encuentra mirando por entre el telón pero ahora hacia fuera, allí donde tendría que estar el mundo y sus cosas, allí donde una vez creyó ser espectador, pero ahora la pregunta de que si verdaderamente hay cosas ahí o soy un ridículo sueño, y se lamenta de estar tan lejos del mundo, tan lejos de aquel asombro primordial. Por qué me habré extraviado por detrás del telón se pregunta, se pregunta el brontosabio, y se responde casi enseguida de que su distracción fue no advertir que su asombro no estaba en el hecho de saber que hay cosas, sino más bien de que podía tocarlas con las palabras, podía agruparlas con las ideas y disminuirlas a la unidad, hacerlas desaparecer bajo una cualidad esencial, el mundo existía porque había un mundo más verdadero por detrás de lo perecedero y lo fugaz. Esa fue la distracción, la distracción de su lengua, con un poder que desbordó sus cauces y se volvió incorregible, esquizofrénico. Hoy se levantó el telón y están cara a cara, miradas atravesadas en la ubicuidad, pensando al otro como sí mismo. En sí mismo pero por fuera, porque su lengua es el revés del mundo, el huevo vacío de cáscara blanda que se desliza por sobre la superficie de las cosas. Un mundo hecho de carne, de nuestra propia carne, de mi carne, esa que piensa y siente y se angustia por el pensar y el sentir, y abre una gran pregunta en el medio que es un grito de dolor y de miedo, una herida narcisista y antropomórfica, un por qué y un hasta cuando. Un quién se pregunta por esta carne que es el mundo, la carne se pregunta por este quién que es carne suya, y la pregunta rebota sobre sí misma como un eco de su carne pensando en su sentir y sintiendo en su pensar, sintiendo su pensar y pensando su sentir. La sensación que se piensa en un pensamiento sensible. La carne. El mundo. ¿Y yo? ¿Y quién pregunta? Dos preguntas que se agotan en su misma interrogación, una interrogación que está fuera de lugar, un lugar que es la carne, la carne, una herida llena de suturas desprolijas que quiere unir aquello que no quiere cicatrizar. ¿Y vos? Otra fuga, otro espejo, un espectro. La carne. El mundo. Un nuevo paréntesis, una nueva ignorancia. Y nuevamente el asombro: “el mundo existe”, pero esta vez el éxtasis está en que los que dejamos de existir somos nosotros, puesto que somos sustancia verbal, holograma carnal, mundo mentido. La carne. El mundo. ¿Y las cosas?