Nietzsche Guevara - Revolucionario bohemio


Cómplices


¿Qué es la justicia? ¿Cuál es la esencia de lo justo? Estas preguntas se anulan cuando el Estado reprime al pueblo que pide pan y trabajo, porque el pan y el trabajo han desaparecido detrás de la desmedida codicia del canibalismo financiero, se anula cuando vemos ciegos de rabia a niños desnutridos en el paraíso de las vacas gordas, se anula cuando la democracia se viste de impunidad y se convierte en un nuevo tirano, se anula cuando queríamos que se vallan todos, y los únicos que se fueron son nuestros hijos y nuestros nietos a tierras extrañas en busca de respeto y nostalgia, se anula cuando las esperanzas mueren marchitas en la demagogia política que dice pero no hace, se anula cuando matan a nuestros maestros queriéndonos enseñar lo que es el poder del orden y el orden del poder… en fin, se anula cuando nos anulan, cuando quedamos nulos en la apatía y la desesperanza. La pregunta se repite y se reformula: si la fuerza de la justicia se anula, entonces, ¿impera la justicia de la fuerza?
Isaac Asimov decía que la violencia es el último recurso de los incompetentes, y en Argentina los incompetentes están en el poder con el inalienable título de Honorable Traidor. Esta especie canalla de animal político se reproduce de manera alarmante y desafía las leyes darwinianas de la evolución animal, ya que no solo degenera e involuciona, sino que crea las circunstancias para su subsistencia, no se adapta a ellas. Como no tiene fuerza creativa ni tampoco grandes metas, sólo puede destruir y operar por contagio. Es una peste, así domina. Como un cáncer va pudriendo todo lo que entra en contacto a su alrededor, alienándolo y endureciéndolo hasta la rigidez total. ¿Es un organismo inteligente aquel que colapsa en su propia estupidez? ¿Estamos ante un caso de ignorancia pandémica? La ignorancia no es contagiosa, pero es cómoda. Hoy en día se la elige con orgullo porque está de moda; es parte del confort moderno, es condición de posibilidad de este modelo antropófago neoliberal.
Santa ignorancia. A ella le raza la empequeñecida política. Por eso se destruye la educación y se le pierde respeto a los maestros y se los mata. Es un síntoma de miedo de los cómodos, los canallas y los hipócritas. Cuando al fundamentalismo democrático se le caen las máscaras, los tiranos y los cómodos tiemblan, y la sangre corre por las páginas de nuestra historia, agregando un capitulo vergonzoso a esta odisea. ¿Cuántas generaciones fueron amputadas de este libro argentino? ¿Cuántas promesas y futuros nobles prendieron fuego los genocidas que tomaban la ostia y hablaban por Dios y la Patria? ¿Cuántos desaparecidos? ¿30000 nada más? ¿Y los que desaparecieron en democracia por el hambre, el desempleo, la vejez en la miseria, la corrupción, la complicidad, la deuda externa y eterna, el indulto, etc., etc.? ¿Y los que se van del país, no son desaparecidos también? No seamos víctimas de una sola memoria. La gente sigue desapareciendo y el futuro se muere cada vez más rápido en el pasado, como una utopía más.
La gran estrategia política es la de echarle la culpa al otro, ellos nunca son responsables de nada, la culpa la tiene el pasado, un pasado que nadie puede exorcizar. El futuro existe para inventar ilusiones y nuevas esperanzas que hipotecan el presente, posponiendo siempre para mañana los grandes valores que la humanidad persigue: equidad, justicia, libertad. Es la zanahoria que cuelga delante de nuestras narices, es el deseo inútil, el esfuerzo siempre frustrado, el sacrificio en vano. Entonces el vicio político se hace patológico, y todos terminamos culpando a los demás por nuestros males y frustraciones. Ahora tampoco somos responsables de nada. Nuestras vidas están en manos de otros, nuestro destino está atado a un poder contra el cual nada podemos hacer. Aquí está la raíz de la indiferencia, la apatía, el desinterés, el resentimiento, el odio, el egoísmo. Así gana la política canalla, ni ellos son responsables por el pasado, ni nosotros nos sentimos responsables por el futuro. Es más fácil obedecer y callar, es lo que nos enseña el poder; los que alzan su voz siempre tienen problemas. Es la cultura de la debilidad y la mansedumbre, es la moda de lo vulgar y lo mediocre. Nadie se mete, salvo cuando los esclavos políticos sienten tocados sus intereses y amenazadas sus posesiones; así los hipócritas bautizan causa nacional al peor de los egoísmos.
Todos somos cómplices en alguna medida. Hasta que no entendamos esto no esperemos nada mejor. No podemos estar contentos con una democracia que es pura máscara; no basta con solo ir a votar, eso no es ser democrático. Un ciudadano tiene que construir el futuro creando nuevos valores y nuevas metas, y sentirse responsable de lo más grande y de lo más pequeño, de su propia vida así como la de los demás. A esto llamo compromiso. Ser es hacer.
Entonces, ¿la fuerza de la justicia o la justicia de la fuerza?

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