Es todo tan vertiginoso que es difícil agarrarlo, tomarlo de sus mil brazos y doscientas cabezas y doblegar a la bestia, apuñalar la matrix y dejarle las tripas afuera, de la misma manera que ella deja mis sesos regados por el piso. Las palabras se avalanchan y se empujan, no me dejan pensar, toman el control y me llevan en su carruaje abstracto, tan lindo, tan de cenicienta, mágico, la máquina a vapor del lenguaje en su discurso, volviéndolo todo tan racional y trasparente, claro y verdadero como el mismísimo mundo real.
Y el mundo es otra cosa, lejano, antitético. Pero es lindo
vivir entre tantas palabras ladrillos de castillos de arena. Por eso el mundo
es tan frágil, y el hombre tan débil y mundano. Entre cachetadas de izquierdas
y derechas la mentira asoma su horrible rostro a los televidentes que miran
para otro lado y se quedan ciegos de alegría impostora y aplauden y
vitorean de espaldas a la realidad, y se
humillan de rodillas postrando sus rostros en las biblias constitucionales de
la libertad condicional bajo palabra o se ungen de orgullo y honor en las
sátiras del romanticismo recontrarevolucionario mientras todos se revuelcan en
la misma mezcla de barro y mierda y cantan canciones patrióticas mientras
brindan borrachos por un mundo mejor que nunca llega, ni se sabe bien cómo es
ni como va a llegar.
El cuento del paraíso perdido y el reino de los cielos por
venir. Quedamos atrapados en el limbo, ni vivos ni muertos, ausentes anulados,
actores indiferentes que ven pasar la obra desde el escenario y se quejan de
que sea tan mala. Atrapados en una dramaturgia mediocre pero ingeniosa, que
gusta y pica como sarna, que tiene fecha de vencimiento pero queremos demorar.
Así los gorilas y los loros sodomizados por el ventrílocuo
del espectáculo democrático Prime Time,
luchan contra molinos de viento desde las trincheras anarquistas del Facebook,
neurosis masturbatoria del compromiso ciudadano con las instituciones
sedentarias. Cachetazos de derecha e izquierda nos vaticinan las mismas crisis y
los mismos venenos para curarla. Y todos quieren veneno, y ofrecen sus culos
mansos en las urnas fraudulentas de la libertad.
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