El paro de las dos viudas



Una vez más la historia nos demuestra que los dinosaurios no se extinguieron y que la hipocresía, y no la contradicción como creía Marx, es el motor de la historia.
Barrionuevo, la viuda de Menem, y Moyano, la viuda de Kirchner, después de haber sido archienemigas y haber pertenecido a tendencias opuestas, hoy se abrazan y lloran juntas sus desgracias de viudas, pero se dan ánimos de esperanzas porque algo, al fin y al cabo las ha unido. El pasado las espanta. Una, militante del viejo club de los neoliberales conservadores noventistas, la otra, del club new age de los neoliberales progresistas del siglo XXI. A pesar de que sus maridos se abrazaban y tenían sueños compartidos y negocios en común, con el tiempo se distanciaron al punto de que uno renegó del otro diciendo que nada tenía que ver con esa oscura página de la historia.
Hoy las viudas se unieron para demostrar que a pesar de que no tienen marido, la tienen más larga que nadie, y que cualquier candidato se tendrá que revolcar en la cama con ellas.  Las ideologías son máscaras del carnaval eleccionario, y los negocios son negocios. Los hijos de las viudas son rehenes de este nuevo divorcio en donde lo único que importa es el paquete sucesorio.
Mientras los jueces y abogados reparten los bienes gananciales, los ventrílocuos del cuarto poder fabrican necesidades banales y deseos mezquinos en las mentes obtusas de las víctimas del vaciamiento. Los curanderos de turno alertan contra el miedo sin cura, mientras el Papa argentino anuncia que Dios ha muerto.
La historia nos moja la oreja mientras se repite. La demencia senil se ríe de la memoria, que siempre resulta ser un museo de grandes novedades.

Hasta la victoria siempre, siempre y cuando las viudas del poder no nos metan en la cama.

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