Arturo Jauretche - Pensamiento intempestivo nacional II

Por Macedonio Meconio


Decir algo sobre Arturo Jaurteche, sería repetir un poco lo que dije sobre Scalabrini Ortiz. Un pensador intempestivo, que quizá se diferencie con Raúl por el estilo, pero no por la sustancia. Siguen el mismo camino: el compromiso nacional, la lucha constante, los principios básicos de una inteligencia adquirida por la experiencia de la vida y de la historia y no solo por los libros y la academia de uniforme. Con el mismo objetivo: formar una nueva conciencia nacional, desasnar cipayos y medio pelos, terminar con la “intelligentzia”, para desarrollar una sabiduría oportuna y concreta, allanar el camino de las deformaciones tendenciosas de la historia oficial y los medios de información, denunciar la traición de oficialistas y opositores que trabajan para el mismo patrón, desnudar las zonzeras argentinas que forman una conciencia colonial, una voluntad siempre sumisa.
Muchas veces nos agarramos la cabeza y nos preguntamos por qué pasan cosas tan absurdas en la política argentina, por qué tienen ese tinte de patología inexplicable, ese retorno inevitable a los mismos problemas, a los mismos errores. No podemos comprender por qué es tan complicado todo, cómo es posible que la Constitución y las Leyes se puedan interpretar y acomodar a los intereses más contrapuestos. Ya sabemos que no es por ignorancia o ingenuidad. La complicidad política y el silencio mediático cobran en el mismo banco.
Elegí este ensayo rescatado de “La colonización pedagógica y otros ensayos”, porque explica de alguna manera las causas de los absurdos políticos de hoy, las consecuencias de la obediencia debida de ayer. Arturo tenía esta cosa de profeta, no solo de gran pensador político o ensayista.  Un sabio visionario, pero no apocalíptico, revolucionario.

***

El plan institucional

(…)
Dos experiencias históricas han enseñado a nuestros colonizadores que cada vez que el pueblo está presente en el Estado, deja éste de ser su instrumento, para serlo de la Nación. Han comprobado también que los grandes movimientos de opinión son difícilmente controlables y que son mucho más dóciles los partidos minoritarios.
Estamos así en presencia de una reforma institucional en marcha. Se empezará por la representación proporcional cuyo objeto es dislocar las fuerzas históricas representativas de lo nacional, para facilitar la tarea de los ideólogos y los pequeños grupos, disociando lo popular. Los gobernantes no serían así el resultado de fuerzas históricas, de mayorías nacionales unificadas en un pensamiento, sino de combinaciones de trastienda, de tomas y dacas dirigidas por los gestores del interés extranjero1. Se complementará esto después con el sistema de gobierno parlamentario, para que, disminuida la autoridad del Poder Ejecutivo, éste sea el resultado de los “caucus” parlamentarios, pendiente cada Ministro y cada funcionario de satisfacer a los innumerables líderes de minorías, manejadas desde la sombra. Se restablecerá la dictadura jurídica de un poder judicial intangible – única autoridad permanente y cierta en el nuevo sistema – para que con el manto de una Constitución elaborada de ex profeso impida con sus fallos la validez de cualquier ley favorable a la liberación argentina.
Disminuidas las facultades del gobierno nacional, so pretexto de federalismo, volveremos al sistema de las oligarquías provinciales, intangibles, que hicieron decir a Yrigoyen: “las autonomías son para los pueblos, no para los gobiernos”. Un federalismo de “boquilla” que ahora tiene de campeones a los elementos de ASCUA, con Erro por capitán, que desde luego se cuidará de no remover las causas económicas del unitarismo, pues esto importaría remover las bases de la estructura colonial que lo ha generado.
Dentro del plan hay un plan económico, hay un plan cultural, hay un plan institucional. Lo que dije sobre el plan Prebisch, cuando apareció, ya está plenamente confirmado en lo económico. Lo que digo del plan institucional está confirmándose sobre la marcha.
Por ahí dicen que Dios es criollo. No hará falta recurrir a la dramática invocación de Darío. Todo esto es antihistórico y es el sueño imposible de un Imperio en agonía y sus instrumentos. Lo histórico es esta nación, camino del futuro.

1 Como se ve, ya en 1957 anticipó el establecimiento de la representación proporcional, con el objeto de impedir la existencia de fuerzas políticas históricamente responsables y unitivas, disgregando la representación legislativa y la composición de los colegios electorales para favorecer las combinaciones de trastienda, como si no bastaran el fraude o la interdicción de las fuerzas mayoritarias. El objetivo anunciado se cumplió después: era la constitución de gobiernos débiles, marginados del consentimiento popular, y cuya vigencia dependía solo de su aceptación por determinados factores de poder, generalmente de impulso extranjero. Esta construcción artificial impide la creación de gobiernos de grandes líneas y de continuidad histórica y es lo que hoy descubren las Fuerzas Armadas que los respaldaban, y uno de los argumentos justificativos de la actual Revolución. Pero se sigue insistiendo dentro de ella en creer que el problema consiste en la estructuración formal del aparato gubernativo, porque sigue predominando la mentalidad unitaria que atiende a las formas y no a la sustancia. El problema y la solución está en la existencia de un consentimiento que arquitecture la voluntad del ser con su presencia actora. El consentimiento es lo que da el título y la eficacia, y no las formas destinadas a canalizarlo, desvirtuándolo. El hombre es el hombre y no el traje con que se viste, y el buen médico no mira las ropas, sino al sujeto en calzoncillos, cuando no desnudo del todo. es la cuestión del ser y no la del cómo ser, sgún pretende la sofisticación jurídica.

Arturo Jauretche. “La colonización pedagógica y otros ensayos”. Pág. 140-142.

No hay comentarios:

Publicar un comentario