Calostro de Lesbos y la Fenomenología del Plagio

Por que una pregunta tan estúpida como ¿hay cosas? Si el mundo está ahí, a nuestros pies, tan cerca como eso, ¿por qué, no alcanza? Acaso quieren más, ir más allá y caerse por el filo último del horizonte, al vacío eterno de la nada, al mundo detrás del mundo, una miradita por detrás del telón de las apariencias, un espectáculo puramente imaginario del fantasma que espía y cree haber llegado a la realidad misma, a la verdad íntima de los intestinos del mundo. Una mirada divina al ser puro de este mundo, el mayor éxtasis del asombro: “el mundo existe, y está detrás del mundo”, gritan con lagrimas en los ojos los brontosabios de la naturaleza – ahora resulta que hay dos mundos y no sabemos en cual quedarnos, el pliegue se hizo tan grande que quedamos aplastados en el medio, en ese no lugar que es el punto, ese entre que lo atraviesa todo por ningún lado, y entonces quedamos proyectados en dos dimensiones que nos reclaman y nos huyen siempre. Y entonces el mundo nombrado se aleja a toda velocidad para no poder ser dicho nunca, y así el fantasma es lo único que existe, y así se encuentra mirando por entre el telón pero ahora hacia fuera, allí donde tendría que estar el mundo y sus cosas, allí donde una vez creyó ser espectador, pero ahora la pregunta de que si verdaderamente hay cosas ahí o soy un ridículo sueño, y se lamenta de estar tan lejos del mundo, tan lejos de aquel asombro primordial. Por qué me habré extraviado por detrás del telón se pregunta, se pregunta el brontosabio, y se responde casi enseguida de que su distracción fue no advertir que su asombro no estaba en el hecho de saber que hay cosas, sino más bien de que podía tocarlas con las palabras, podía agruparlas con las ideas y disminuirlas a la unidad, hacerlas desaparecer bajo una cualidad esencial, el mundo existía porque había un mundo más verdadero por detrás de lo perecedero y lo fugaz. Esa fue la distracción, la distracción de su lengua, con un poder que desbordó sus cauces y se volvió incorregible, esquizofrénico. Hoy se levantó el telón y están cara a cara, miradas atravesadas en la ubicuidad, pensando al otro como sí mismo. En sí mismo pero por fuera, porque su lengua es el revés del mundo, el huevo vacío de cáscara blanda que se desliza por sobre la superficie de las cosas. Un mundo hecho de carne, de nuestra propia carne, de mi carne, esa que piensa y siente y se angustia por el pensar y el sentir, y abre una gran pregunta en el medio que es un grito de dolor y de miedo, una herida narcisista y antropomórfica, un por qué y un hasta cuando. Un quién se pregunta por esta carne que es el mundo, la carne se pregunta por este quién que es carne suya, y la pregunta rebota sobre sí misma como un eco de su carne pensando en su sentir y sintiendo en su pensar, sintiendo su pensar y pensando su sentir. La sensación que se piensa en un pensamiento sensible. La carne. El mundo. ¿Y yo? ¿Y quién pregunta? Dos preguntas que se agotan en su misma interrogación, una interrogación que está fuera de lugar, un lugar que es la carne, la carne, una herida llena de suturas desprolijas que quiere unir aquello que no quiere cicatrizar. ¿Y vos? Otra fuga, otro espejo, un espectro. La carne. El mundo. Un nuevo paréntesis, una nueva ignorancia. Y nuevamente el asombro: “el mundo existe”, pero esta vez el éxtasis está en que los que dejamos de existir somos nosotros, puesto que somos sustancia verbal, holograma carnal, mundo mentido. La carne. El mundo. ¿Y las cosas?

1 comentario:

  1. Cuando era pequeño, hace varios miles de litros de alcohol, me perdí en un lugar gigante llamado recuerdos. Creo que era... estoy casi seguro...y fue por el terror de encontrarme perdidamente solo... Lo que no puedo justificar es el hecho ligero (pero grave) de mis esfínteres hoy de grande, como estados independientes, no resuelven otra cosa que desembarazarse como aquel dia en que me perdí por el miedo. En donde sea y cada vez con mas desubicacion un arroyito caliente corre por mis muslos, rodillas y tobillos, a veces en forma paralela y otras en una linea torrentosa y amarilla, en el mejor de los percances, o marrón como lava liquida hedionda. Me cago y me meo como los chicos, como aquel infante perdido al cual cada dia mas me parezco...

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